Lionne.

Tú...

No eres tu nombre. No eres tu empleo.

No eres la ropa que vistes ni el lugar en el que vives.

No eres tus miedos, ni tus fracasos... ni tu pasado.

Tú... eres esperanza.

Tú eres imaginación.

Eres el poder para cambiar, crear y hacer crecer.

Tú eres un espíritu que nunca morirá.

Y no importa cuántos golpes recibas,

te levantarás otra vez.

domingo, 6 de marzo de 2011

Sentencia de muerte

Entré en la pequeña habitación haciendo tintinear mis pulseras negras y plateadas. Tres mujeres de distintas edades me observaron al aparecer, así que yo hice lo propio con ellas. Distinguí a la doctora y a su secretaria, pero a la tercera persona que rondaba los veinte años no la conocía. Debía de ser una alumna en prácticas.

La mujer más mayor me saludó fríamente y me ordenó que me desvistiera. Ocultándome de la secretaria y la alumna tras una cortina blanca, me quité el chaleco, la camiseta, el pantalón corto, las medias, y por último; el corsé. Me dejé puestos los guantes de rejilla, las pulseras, el collar de pinchos y la ropa interior. Cuando terminé de quitarme la ropa, la doctora se colocó detrás de mí y comenzó a explicarle mi problema a la alumna en prácticas mientras me rozaba la espalda con las yemas de sus gélidos dedos. La aprendiza asentía, no muy convencida, y me miraba de forma extraña; como si fuera a abalanzarme sobre ella de un momento a otro.

Tras algo más de un minuto medio casi desnuda, la doctora me dejó volver a vestirme mientras examinaba una de mis radiografías en el panel de luz. La alumna en prácticas me observó con una mezcla de curiosidad y temor mientras yo apoyaba el hombro izquierda en la pared y me cruzaba de brazos. La doctora me miró segundos después y me enseñó mis propias caderas en la radiografía. Sentenció que una línea situada en el límite del hueso indicaba que yo iba a crecer todavía más. Alcé una ceja y esperé la sentencia.

Esa mujer de ojos oscuros y cabello canoso me había robado la libertad tiempo atrás. Aquellas facciones plagadas de arrugas, manchas y pecas no habían sonreído la última vez que nos habíamos encontrado, pero casi podía percibir el placer que saboreaba la pre-anciana al destrozar mi vida. Sí, aquella mujer me había robado la libertad una vez, pero no lo haría de nuevo. No mientras yo pudiera evitarlo.

Con ansia y algo de temor contuve la respiración hasta que siguió con la conversación que habíamos tenido, aquella en la cual sólo una de las dos había hablado, y la otra había escuchado. Abrí los oídos una vez más y me sentí dispuesta a aceptar cualquier respuesta. Cualquiera, menos la que me dio.

—Seis meses más.

De pronto, me quedé sin aire. Necesitaba oxígeno desesperadamente, pero no conseguía que entrara a mis pulmones. A pesar de todo no hice ningún aspaviento, ni siquiera me moví. Mi rostro impertérrito no mudó de expresión, por lo que la alumna en prácticas contuvo la respiración también. Creo que esperaba que me pusiera a gritar y a lanzar cosas por la habitación.

La secretaria me tendió en silencio el papel firmado que resumía la cita en un par de palabras casi ilegibles, dado la penosa ortografía con las que se encontraban escritas. Alcé la mano tan sólo para recogerlo. Cuando lo tuve en la mano, volví a bajarla. Seguía sin respirar.

Creo que mi corazón dejó de latir. La sangre se congeló en mis venas y me detuvo el pulso. Mis pulmones se marchitaron en décimas de segundo, pasando de ser de color rosado a un tono negruzco y podrido. Mis huesos se hicieron polvo y todo mi cuerpo se fragmentó en mil pedazos.

Sin decir una palabra, y moribunda, salí de la habitación. Todas las personas allí presentes me miraron, algunos con mala cara. Les ignoré y comencé a correr para salir del hospital cuanto antes.

En la calle hacía frío. No crucé los brazos para mantener el calor, simplemente eché a andar mientras dejaba que el gélido viento me golpeara los brazos desnudos y las piernas medio descubiertas. Total, ¿para qué? Ya no vivía. Mi libertad me había sido arrebatada de nuevo y era incapaz de hacer nada para evitarlo. Sí, mi corazón había dejado de latir.

Pero no pasaba nada, porque el de ella también se detendría pronto.



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Avisadme si ya he colgado esto, que es viejo y no me acuerdo de si lo publiqué o no.

4 comentarios:

ClaryClaire dijo...

Que yo recuerdo no...de todas formas, como siempre, buen trabajo Di :)
Tequiero pendeja, y amo tus escritos!

Kirtashalina dijo...

Muchas gracias Claru!!
Un beso :)

Nandfr dijo...

La última frase me ha encantado.
Es algo en plan: Sí me sucede eso a mí, ¿por qué no a los demás también?

Umm... en lo que llevo leyendo este blog primera vez que lo veo ^^.

Sigue así =D

Kirtashalina dijo...

Me alegro de que te guste, es que suelo finalizar los relatos o los capítulos que escribo con una frase así, tipo ultimátum xDD

Es que no sé, estaba convencidísima de que lo había colgado, pero he revisado las entradas y no lo he visto :/

Gracias, un beso :)