Lionne.

Tú...

No eres tu nombre. No eres tu empleo.

No eres la ropa que vistes ni el lugar en el que vives.

No eres tus miedos, ni tus fracasos... ni tu pasado.

Tú... eres esperanza.

Tú eres imaginación.

Eres el poder para cambiar, crear y hacer crecer.

Tú eres un espíritu que nunca morirá.

Y no importa cuántos golpes recibas,

te levantarás otra vez.

miércoles, 28 de septiembre de 2011

Concurso "El Lado Oscuro"

Buenas tardes, señores!

Bien, Esthervampire, autora de InvaZión (http://invasion-z.blogspot.com/) y El Lado Oscuro (http://esthervampire.blogspot.com/) ha hecho un concurso. Como me gustaría ganarlo y estoy intentando acumular puntos, mi misión es crear una entrada patrocinando el blog o el concurso, no estoy segura n.n'

Así que clickando aquí podréis acceder a las bases del concurso (:

¡Eso es todo, amigos! ^^

jueves, 22 de septiembre de 2011

Bill

Caminé entre los escombros con cautela y la espalda encorvada, alzando el fusil ante mí con las dos manos y escrutando el oscuro y ruinoso paisaje. Aquella ciudad había sido destruida hacía una semana, sólo quedaban los cimientos de los edificios y algunos muros levantados. Se hallaba completamente desalojada a excepción de mi escuadrón y yo, claro.

La habían destruido con el objetivo de eliminar también el puente que nos ayudaría a conquistar una importante capital, pero no contaban con el factor sorpresa y al llegar la hueste se enfrentó con los soldados de mi bando. Los pocos hombres que quedaron de nuestro ejército fueron a buscar refuerzos tras aniquilar a sus oponentes, ya que tres o cuatro personas poco podían hacer contra la tropa de más de cincuenta militares que estaban por venir sin más ayuda que unos cuantos rifles sin apenas munición.

Mi escuadrón y yo éramos los refuerzos. Estábamos compuestos por setenta personas al salir del punto base, pero debido a un maldito tanque de enemigos que encontramos a medio camino nuestro número disminuyó considerablemente, y aunque logramos acabar con todos los oponentes con los que nos topamos, al llegar a la destruida ciudad éramos tan sólo quince.

—Chsst, Kylie —me llamó Bill—. Es Ryan.

Miré a Ryan, que se hallaba situado en lo alto de la torre de lo que antes era una gran iglesia. Con una serie de gestos me transmitió un corto mensaje y yo maldije entre dientes, resoplando mientras cerraba los ojos un momento.

—Al menos cincuenta hombres —comencé—. Con tres tanques.

—Mierda —masculló Bill—. Ven.

Me escurrí entre varias losas de piedra fragmentadas y me situé entre Bill y Mike, escondida tras un cúmulo de tierra y fragmentos de rocas.

—¿Qué nos queda? —pregunté, esperanzada, escrutando el horizonte.

—Unas cuantas granadas y una ametralladora, pero nada más —respondió Mike, enderezándose el casco mientras sujetaba su arma con una sola mano.

—Bien, tendremos que esforzarnos.

Sabíamos que alguien vendría a destruir el puente, pero no que sería tanta gente.

Nos colocamos en puntos estratégicos, creando un desfiladero de francotiradores en la calle principal, la más grande, la que inevitablemente usarían para entrar a la ciudad, ya que era la única en la que cabría un tanque rodeado de militares. Además formamos un callejón al final de la avenida por donde pasaría el enemigo, para que así los hombres que fueran a tirar las granadas estuvieran escondidos hasta el final.

El plan era esperar a que estuvieran justo debajo de nosotros, a nuestros pies y, entonces, lanzar una granada por tanque para intentar derribarlos todos a la primera de cambio. Justo entonces los francotiradores comenzarían a disparar, acabando primero con los soldados que estuviesen “sanos” y terminando después con los heridos por el impacto de las bombas. Y, como broche final, la ametralladora y su amo se encontraban al final del callejón, escondidos y listos para acabar con los que quedasen vivos.

—Vamos a morir —declaró George. Él, Mike y yo nos encontrábamos en la misma habitación de un edificio que todavía se tenía en pie, con la punta del fusil en el hueco de la ventana y el dedo en el gatillo, expectantes.

—No hemos venido a otra cosa —contesté seriamente.

—Creía que el objetivo era dejarles como un colador —inquirió Mike con sorna—, no desmotivarnos antes de empezar siquiera.

—Somos quince, cabrón —bramó George—. ¿De verdad crees que vamos a salir con vida?

—Lo intentaremos —contesté, sin darle a Mike tiempo para contestar.

Poco después los tuvimos encima. Todos esperaban mi señal con las armas entre las manos, mirando al enemigo con un ojo y a mí con el otro. Cuando consideré que el enemigo se hallaba en la posición adecuada, realicé la señal y una lluvia de balas y granadas se cernió sobre los tanques y los hombres uniformados.

En ese momento la ciudad entera se hundió en el caos. El aire se llenó de arena, tierra y sangre, lo que dificultó enormemente la visión. El enemigo, confundido, avanzó hasta el final del callejón con el único tanque que quedaba y los cuarenta y pico hombres que no estaban en llamas o moribundos. La ametralladora entró en acción y acribilló a balas a nuestros oponentes, dejando en pie a la mitad. Los supervivientes se dispersaron haciendo alarde de inteligencia, así que desde ese momento nos dedicamos a buscarlos entre los edificios.

Me separé levemente de George y Mike por el simple hecho de que eran demasiado ruidosos para mí. Al escuchar unos pasos mi garganta se preparó para soltar un grito de alarma, pero me contuve con el fin de no delatar mi posición y tan sólo agarré un poco más firmemente mi fusil. Instantes después escuché un disparo y un grito.

Doblé la esquina del edificio con cautela y fui perfectamente capaz de ver a un soldado vestido de verde oscuro que se alzaba sobre Bill. El cañón de su arma humeaba y el costado de mi compañero había empezado a llenarse de sangre, así que no había más que hablar.

Fruncí el entrecejo en el momento en que el soldado me miraba, sorprendido. No le dio tiempo a alzar el arma.

—Bú —solté, y la bala salió disparada.

Le dio de lleno en el corazón. Su pecho se manchó de sangre mientras él caía de rodillas al suelo, llevándose las manos a la herida de la que manaba aquel ligero líquido escarlata.

Tras vigilar un momento que no hubiera ningún enemigo más a mi alrededor, corrí hasta Bill y le arrastré detrás de lo que minutos antes había sido un tanque enemigo, avanzando lentamente y con mucho esfuerzo. Al final logré colocarlo más o menos erguido, haciéndole apoyar la espalda en una de las ruedas de aquel gran bicho de metal.

—Bill —le llamé, apremiante, mientras le abría la chaqueta y rasgaba su camisa para acceder a la herida.

Alzó aquellos ojos verdes y me miró con atención; segundos después sonrió e hizo un ademán.

—Eh, preciosa, no te preocupes —le restó importancia al asunto. Mientras, yo me hallaba enfrascada en la tarea de presionarle la herida—. Saldré de ésta.

—Más te vale —dije, con las lágrimas agolpándose en mis ojos. Me los limpié rápidamente con el dorso de la mano, ya que me dificultaban la visión, y seguí presionando para intentar que no se desangrara—. No me dejes sola.

—Nunca lo haré.

Pronto la sangre se escurrió entre mis dedos y salió casi a borbotones de la herida, cayendo por los costados y dejando un gran charco en el suelo. Bill profirió un quejido y yo intenté volver a contener la herida con un trozo de tela, pero se empapó en cuestión de milésimas de segundo.

—Bill —le llamé, empezando a llorar. Él ya parecía un poco aturdido y cabeceó con los ojos cerrados.

Impotente, apoyé la cabeza en su pecho, dejando caer todo mi cabello sobre su vientre y manchándomelo de sangre junto con parte del rostro. Él levantó una temblorosa mano y me la colocó en la espalda sin apenas energía. Cerré los ojos con fuerza, rezando para que un milagro ocurriese.

Sin embargo, ningún milagro ocurrió. Bill me dio un suave beso en la coronilla, que apenas noté. Me acurruqué contra él, aferrándome a lo que quedaba de su camisa y derramándole lágrimas por el cuello.

Segundos después exhaló su último suspiro y el mundo se derrumbó sobre mí.

—Kylie —oí a alguien llamar—. Kylie, despierta.

Abrí los ojos y un torrente de luz me cegó durante un instante. Me llevé las manos a la cara para ocultarme del foco de luz y, segundos después, descubrí mi rostro para ver qué ocurría. Me encontré con unos hermosos ojos verdes que me observaban desde arriba.

—¿Soñabas otra vez? —preguntó. Yo asentí, incorporándome.

—Ya veo —respondió. Me limpió una lágrima de la mejilla y me rodeó con los brazos, protegiéndome de mi pesadilla.

—Es horrible —acerté a decir con la voz temblorosa.

—¿La guerra? —volví a asentir—. Preciosa, han pasado ya diez años. Y sobrevivimos.

—Lo sé —afirmé, cerrando los ojos y dejando que me acariciara el cabello—. Sólo tengo miedo de perderte. No quiero que te marches nunca.

Me dio un beso en la sien antes de contestar.

—Nunca lo haré.

domingo, 18 de septiembre de 2011

Cap 14 - Ulrik (1/2)

¡Hola, internautas!

Bueno, llevo un tiempo desaparecida. Ha sido a causa de la vagueza del verano y mi ausencia en Agosto, principalmente. No he podido tocar el ordenador en todo el mes, y luego en Septiembre eran fiestas y... en fin, un desastre.
Que sepáis que me han otorgado un premio llamado "Ángeles que te llevan al cielo". Me parece un nombre rebuscado, la verdad xD Pero me lo ha otorgado Papel de Tinta Negra, así que lo voy a hacer público.

En teoría debo otorgarlo a diez blogs más y contestar a la pregunta de: ¿sacrificarías el cielo por una persona importante para ti?
En respuesta a la pregunta... Dado que no creo en el cielo, pues lo mismo me da sacrificarlo o no, la verdad xD
Y, bueno, aquí van los blogs que premio:

-InvaZión (por la historia y los relatos).
-Athenea's Corner (por la historia "Perfume Exótico", por los relatos y por "Pacto de Sangre").
-Angy Vendetta (por la historia "El Bosque").
-Noemi Mj (por la historia "Fuego").

Lo siento, pero no se lo voy a conceder a ninguno más xD Estos son los blogs que he leído últimamente, ustedes perdonen.

Y ahora, sin más dilación... ¡el nuevo capítulo de Lobos de Marfil! ¡Sí, señores, qué sorpresa! xD
Les informo de que es el último (probablemente) que publicaré en el blog, así que disfrútenlo :)




Dolor. Dolor por doquier.

Me hallaba en un huracán de objetos cortantes, armas y balas. Vi de nuevo a cámara lenta cómo una de las guardianas me disparaba, y el pequeño cilindro de metal me atravesaba la carne, haciéndome sentir el fuego del infierno en un punto situado cerca del pecho, al lado del corazón. Noté cómo mi pulmón se desgarraba a la par que un grito de dolor ascendía por mi garganta y asomaba entre mis labios, emitiendo un gemido gutural de auténtico horror y sufrimiento. De pronto, en medio de aquel torbellino de sensaciones, todo se volvió negro y una risa grave y maliciosa resonó en mi cabeza. Un rostro conocido destelló en medio de la oscuridad y sonrió diabólicamente.

—Hilda, vas a morir…

Yago Silverking hizo una mueca burlona y su rostro se congeló. Súbitamente su imagen fue reemplazada por la de Jenna y, alrededor, toda la negrura cobró la forma del interior de mi cabaña.

Contuve la respiración para comprobar si seguía soñando o si me ahogaba al no permitir el paso del oxígeno a mis pulmones. Estaba despierta; espiré.

—¿Hilda?

—Jenna —pronuncié con cuidado. Ya podía hablar más o menos con normalidad, pero la herida me escocía terriblemente. Además, me picaba la garganta.

—Me has asustado —confesó, arrodillada a mi lado—. Hace nada has abierto los ojos de repente y te has puesto a gritar.

Eso explica mi dolor de garganta.

—Escuece —me quejé.

—Bien, eso es que se está curando. En tres días podrás levantarte. Mientras tanto, te quedarás aquí, descansando. Te ataremos a la cama si haces amago de escapar.

—¿Cuánto llevo durmiendo?

Calculaba que, por lo menos, veinticuatro horas. Me notaba bastante descansada.

—Dos días. Y yo no diría durmiendo —dijo Jenna con una mueca—. Más bien inconsciente… o incluso en coma. Casi te mueres, Hilda.

—¿Tan grave ha sido? —alcé una ceja. Habría sido muy triste morir por un simple disparo en mi primera misión.

—La bala te ha atravesado entera, desgarrándote parte de pulmón y astillando una costilla. Ha pasado muy cerca del corazón y has perdido muchísima sangre.

—¿Cuánta?

—He tenido que hacerte una transfusión —declaró, sentándose en el suelo con las piernas cruzadas—. Odrix quería ayudar, pero no es de tu tipo de sangre.

—¿Quién me la ha donado entonces?

—Ulrik —contestó antes de que se hiciera un pequeño silencio.

—Le daré las gracias cuando le vea —contesté, aunque me extrañaba que hubiera sido precisamente Ulrik el que se hubiera ofrecido a salvarme la vida. Era muy raro.

—Bien —contestó con alivio. Probablemente ella y el resto del campamento se habían dado cuenta de que algo de tensión había entre Ulrik y yo. Pero, por lo visto, las apariencias engañan…—. ¿Sabes? Tienes unos amigos muy fieles. Casi todos venimos a verte en un momento u otro del día, pero Odrix y Sangilak no se han separado de ti ni un momento. Después de ellos, Tanaka y yo somos los que más veces hemos venido a verte, aunque en mi caso ha sido mayoritariamente para curarte y evaluar tu estado.

—¿Dónde están los demás? —pregunté. No es que les culpara por no estar conmigo todo el rato (tenían que vivir su vida, al fin y al cabo) pero me extrañaba que justamente no estuvieran allí cuando Jenna hizo el comentario.

—Comiendo. Pero Sangilak y Odrix vendrán enseguida, no te preocupes.

—No lo hago. Muchas gracias por todo.

—Para eso estoy. Pero procura que no te vuelvan a disparar, ¿eh? Has dado mucho trabajo —sonrió, levantándose—. Intenta no morirte mientras no haya nadie, ¿vale? Aguanta por lo menos hasta que venga el rubiales.

Hice un gesto con la mano. Jenna abandonó la estancia y cerré los ojos, cansada. Tan sólo aquella pequeña conversación me había agotado. Al menos el dolor del hombro era soportable…

Poco rato después oí los ruidosos pasos —comparados con los de mi lobo— de Odrix, y segundos después los vi aparecer a ambos en la puerta de la cabaña. El rubio, al ver que estaba despierta, sonrió y se arrodilló a mi lado.

—Eh, ¿qué tal vas?

—Podría estar peor —contesté con sinceridad—. Jenna ha hecho un buen trabajo.

—Sí, suele ser ella la que ejerce de enfermera. ¿Estás cansada?

—Un poco —confesé, acariciando el pelaje de Sangilak con la yema de los dedos—. ¿Tú estás bien?

—Sí, sí, perfectamente. No te preocupes por mí.

—Todos los demás están bien también, ¿no?

Estaba preocupada sobre todo por Phoebe y Pécala, que eran las más jóvenes y seguramente no habrían visto nunca una herida de tales magnitudes, ni esa cantidad de sangre brotando de un cuerpo.

—Sí, bien.

—¿Jenna me ha cambiado de ropa? —inquirí, mirando mi cuerpo por primera vez. Alguien había sustituido mi traje negro y mis botas por un pantalón corto de color blanco y una camiseta de manga larga en el brazo bueno, pero sin un simple tirante en el malo. Probablemente servía para no entorpecer el vendaje. Aunque estaba descalza.

—Sí. Aún curada y con el vendaje, tenías un aspecto muy tétrico con la ropa bañada en sangre, ¿sabes? Así que te vistió con parte de sus pertenencias. Lamentablemente no tenía zapatos de sobra, pero de momento no los necesitas. Tengo entendido que alguien está lavando todas tus prendas. En cuanto vuelvas a caminar podrás vestirte como siempre.

—Diles gracias a todos de mi parte. No deberíais tomaros tantas molestias en mí —expresé lo que sentía; sobreprotección.

—No les digas que dejen de cuidarte. Por un lado, te lo mereces. Y por otro; creo que les mantiene ocupados. Tendrías que haber visto las caras que pusieron cuando te traje. Estaban muy asustados. Así se sienten más útiles.

—Entonces les daré las gracias personalmente —dije lentamente, notando que los párpados iban a cerrárseme.

—Como quieras. ¿Tienes sueño?

—Un poco.

—Te dejaré descansar —repuso, levantándose.

—No —le agarré la mano de golpe y se la sujeté con fuerza—. No, quédate.

—Está bien —volvió a su posición inicial—. Que duermas bien.

Cerré los ojos y me dejé arrastrar.

—Odrix —le llamé antes de perder el conocimiento. Mi voz sonaba lejana y extraña.

—¿Sí?

—Gracias por sacarme de allí con vida.

—Si no lo hubiera hecho —respondió— nada tendría sentido ahora.