Lionne.

Tú...

No eres tu nombre. No eres tu empleo.

No eres la ropa que vistes ni el lugar en el que vives.

No eres tus miedos, ni tus fracasos... ni tu pasado.

Tú... eres esperanza.

Tú eres imaginación.

Eres el poder para cambiar, crear y hacer crecer.

Tú eres un espíritu que nunca morirá.

Y no importa cuántos golpes recibas,

te levantarás otra vez.

viernes, 31 de agosto de 2012

Te quiero, papá ♥


Esto es algo difícil de decir, así que perdonadme pero no lo voy a releer y puede que haya errores ortográficos o que la gramática no sea especialmente buena.





Mi padre ha muerto de cáncer.

Para los que no lo sepáis, tengo 15 años. Y todavía no me lo creo.
Lo ingresaron a principios de este mes (el día 6 o el 7, no lo recuerdo) y ayer, día 30, fue su entierro.
Al principio no era muy grave. Tenía una anemia tan fuerte que no habría podido ni levantarse de la silla, pero él hasta ese momento había ido a dar paseos en bici de varias horas, había trabajado en el campo aparte de en su trabajo habitual, etc. Es decir, fuerte como un toro. Y los médicos muy desconcertados.

Le hicieron muchísimas pruebas. Hubo una culminante en la que le analizaron un trocito de pulmón. En la operación perdió mucha sangre, y aunque le hicieron una transfusión se quedó bastante débil.
Entonces descubrieron que era cáncer de pulmón. Que tenía el tumor más agresivo conocido que podía tenerse, y que al ser en el pulmón -uno de los peores sitios donde se pueden tener- eso volvía imposible la situación. Cuando iban a empezar el tratamiento empezó a no poder respirar y lo durmieron para que no sufriera. Estaba en coma. Y horas después, falleció.


Cuento esto porque, aparte de que necesito decírselo un poco al mundo, en este blog me abro un poco a mis lectores, y supongo que los que me lean se merecen saber a rasgos generales lo que pasa en mi vida, al menos este tipo de cosas.


El entierro. Iba a poner que fue horrible, pero no he sido capaz, porque creo que a mi padre le habría gustado. Fue horrible para mí. Y para mi hermana.
Para los que no lo sepáis -supongo que la mayoría- tengo una hermana pequeña. 11 años. Creo que no podéis imaginar cómo me sentí cuando, mientras el cura hablaba y mi mejor amiga me daba la mano, mi hermana se agarraba a mí por la derecha, con todas sus fuerzas. Como si no me quisiera dejar escapar. Y es que, joder, lo entiendo. Yo lo estoy pasando mal. Pero ella... es una persona muy, muy fuerte. Pero ella y mi madre se han llevado la peor parte. Mi madre, porque, en fin, ha perdido al hombre con el que llevaba casi quince años casada, y otros tantos de noviazgo. Y mi hermana, porque aunque sea muy inteligente y muy madura, tiene 11 malditos años y a esa edad no hay que perder a nadie. Menos todavía a un padre.

En cuanto murió mi padre, mi madre dijo que no iría a la misa que se suele hacer antes de ir al cementerio al entierro propiamente dicho. "Dios no existe, creo que eso hemos podido comprobarlo hoy. Así que no pienso pisar una iglesia."
Si no hubiera estado mi hermana, quizá me habría quedado con mi madre esperando a después de la misa. No sé si me habría visto capaz de ir sola. Pero como estaba bien acompañada me atreví. No me arrepiento, pero es una de las cosas más difíciles que he hecho en esta vida. Y, de verdad, espero que no os toque hacer algo así hasta que seáis muy, muy mayores, y hayáis podido disfrutar de la vida con vuestros padres durante muchísimos años.

No solté a mi mejor amiga durante toda la misa, y a mi hermana tampoco. Hubo cosas que dijo el cura que no me gustaron un pelo, y que sonaron más ofensivas que otra cosa. Me dolió sobre todo que pasaran a pedir dinero con el cepillo o con lo que mierda fuera eso a mitad de la misa. Sé que lo hacen siempre, pero ¿de verdad era necesario? No era una recaudación, era el entierro de mi padre. Creo que podrían haberlo dejado pasar una tarde. Y después, como si le hubieran pagado por hacer publicidad, dijo no se qué de que pronto serían fiestas. Sí, yo entiendo que mañana empiezan las fiestas grandes de mi pueblo. Pero también podría haberse saltado eso. Creo yo, vamos.

Todo el mundo me dio el pésame, y bueno, por suerte no se me acercó nadie a quien no conociera -no soporto que gente así me diga "lo siento" por alguien a quien igual no conocía, o al menos ni siquiera me conocía a mí-, pero gente que no me caía muy bien, a la que yo tampoco le caía muy bien, o gente con quien simplemente no me llevaba (porque no había surgido la ocasión o porque yo que sé, pero a quien conocía de pocas palabras) también se acercaron a darme dos besos. En fin, muchas gracias a esas personas, porque supongo que lo que necesitaba era un poco de apoyo, y entre todos lo habéis conseguido un poquito.

Mi mejor amigo, Elvis, me sorprendió muy gratamente, porque, sí, es mi mejor amigo, pero después de la misa me abrazó como si no hubiera mañana, lloró conmigo... Es una de las pocas personas con las que sentí que realmente lo estaban pasando mal, que cuando me decían que lo sentían, lo hacían de corazón. Me hubiera gustado darle la mano y no soltarle hasta que me dormí ayer, pero claro, yo iba con mi familia y aún quedaba ir al cementerio, y después a mi casa.

Una chica llamada Sara y yo fuimos mejores amigas durante muchísimos años, en el colegio y en los dos primeros años de instituto. Después, por cosas de la vida nos fuimos distanciando, y aunque hablamos un poco de vez en cuando y nos saludamos en cuanto nos vemos, ya no es lo mismo, claro. Sin embargo, ayer se acercó a darme apoyo tanto como pudo, y eso me hizo pensar en que, a pesar de todo este tiempo separadas, seguíamos estando juntas. Después del entierro hablamos un poco, nosotras dos y una de mis amigas más cercanas, Cho, y juntas me animaron todo lo que pudieron y más. Incluso consiguieron hacerme sonreír. También agradecí mucho la presencia de Valeria allí. Supongo que tiene que haber sido difícil para ella. Perdió recientemente a alguien muy cercano de la misma forma que yo. Así que habría comprendido que no hubiese venido, pero no, ella se clavó allí como un reloj y me ofreció apoyo cuando tocaba.


No dejo de pensar en mi padre. Tenía 47 años -iba a cumplir 48 el 6 de septiembre-. No deja de rondar por mi cabeza todas las cosas que todavía no me había contado, todas las anécdotas que vivió y no me sé, todas las cosas que tenía que decirme cuando fuera más mayor. Y yo ni siquiera le dije "te quiero" la última vez que hablé con él por teléfono, porque no estaba tan mal, porque no sabía que iba a ser la última vez. Recuerdo que le dije que le llevaría cosas de comer, que haría algo expresamente para él y se lo llevaría. Que iría a verlo.
No pude, porque estaba grave y mi madre dijo que era mejor esperar a que se recuperara. No le echo la culpa a ella, ni muchísimo menos, porque lo entiendo y sé que mi padre estaba mejor descansando solo que haciendo esfuerzos conmigo para hablar y sonreír. Pero me siento muy culpable porque, una vez estando justo al lado del hospital, y habiendo yo vuelto de un miniviaje de tres días de la frontera con Francia, una de mis tías, hermana pequeña de mi padre, me preguntó si quería subir a verle. Yo le dije que no, que ya habría tiempo, que en ese momento estaba cansada yo y seguro que mi padre también, y que un día de estos iría con mi madre.

Me da muchísimo miedo olvidarle. Tengo 15 años, joder, me queda mucho por vivir, o eso espero, y vi a mi padre por última vez hace ya varias semanas. Me da miedo olvidar su cara, su voz, me da miedo olvidarlo todo.

Mi padre no era aficionado a los dulces. Sin embargo, mi madre nos compraba a mi hermana y a mí -en teoría era para nosotras- petit suise de Nesquik, y a él le encantaban. Recuerdo que peleábamos -discutíamos, más bien- frecuentemente con él porque decíamos que nos los quitaba, y que esos eran nuestros, que comiera de otros. Ahora parece una tontería como una casa. Y lo es, en fin, pero en ese momento era lógico. Ahora sólo veo a un hombre que, por un dulce que le gustaba, intentábamos quitárselo. Joder, comprendo que se cabreara con nosotras tantas veces. Es horrible que haya tenido que pasar esto para que me dé cuenta. Le regalaría todos los petit suise de chocolate y de todos los sabores del mundo si así pudiera hacerle volver. Lo haría.

Sólo puedo pensar en que ya no podré verle más. No es el hecho de que haya muerto, es el hecho de que ya no está, y no estará nunca más. Es algo aterrador. Nadie más me quitará los petit suise de Nesquik, ni me dará paseos en moto, ni me irá a buscar al instituto, ni podré comprarle revistas de coches, ni de motos, ni me echará la bronca por estar siempre con el ordenador, ni hará un esfuerzo por probar los postres que cocino aunque no le entusiasmen los dulces, ni hará chistes socarrones cuando esté de buen humor, ni me chinchará durante las cenas mientras mi madre y mi hermana se parten de risa, ni podrá ayudar a mi madre con la organización de los terrenos, ni podrá construir nada más, ni la bodega que siempre había querido, ni el mini establo para el caballo, ni nada. No podrá vernos crecer, sobre todo a mi hermana, porque es una pequeña señorita y todavía va a cambiar mucho. No nos verá sacarnos la ESO -en el caso de mi hermana-, ni bachiller, ni la universidad, ni nos verá empezar a trabajar. Si lo hacemos, tampoco podrá ver cómo nos casamos, o cómo tenemos pareja y convivimos con ella. No podrá tener nietos nunca, no podré sentarme con él cuando yo sea mayor y darle la razón por todas esas cosas que me decía hasta hace poco y a las que yo no prestaba atención. No podremos irnos con él de vacaciones, ni regalarle cosas por navidad, ni cenar con él en la peña durante fiestas, ni podré sentarme junto a él en Nochevieja, o en Nochebuena. Ya no tendré que bajar el volumen de la música en mi cuarto porque se va a echar una siesta.
Ahora su habitación esta vacía, vacía como mi madre, mi hermana y yo, porque yo creo que ahora lo único que sentimos es vacío, ese vacío de la pérdida que no puedes llenar ni con comida -aunque mi cuerpo se empeña en intentarlo estos días-, ni con agua, ni con amor de las personas a las que queremos, ni con nada. Es un vacío que sólo podría llenar mi padre.

Mi padre era fuerte como un toro -según me dijo ayer Gabriel, un amigo, "sería capaz de resistir un huracán de pie"-y aún así algo así no ha podido luchar contra él. Si yo fuera buena en ciencias me cambiaría de bachiller sin dudarlo y haría una carrera que me permitiese investigar en cáncer de pulmón y encontrar un remedio, porque he perdido a mi padre. Y eso ni me lo merezco yo, ni se lo merece la gente que le conocía. Y desde luego no le deseo esto a nadie, y de verdad me gustaría que algo así se erradicara.


Estoy cansada y estoy triste, pero estoy extrañamente tranquila. Supongo que es porque, a pesar de todo, todavía no me lo creo. Y en una semana, o dos semanas, o en las que sean, empezaré a echarle de menos. Entonces me daré cuenta de que no puedo, de que es imposible, y lloraré porque aunque vaya a cumplir los 16 años en apenas veinte días, soy una niña. Soy una niña que necesita a su padre y no lo tiene. Así, sin más. De un plumazo.

A los que os ha pasado algo así en la vida... bueno. Qué decir. Que, de verdad, lo siento mucho, y lo digo desde el alma, porque ahora he comprobado que esto duele más de lo que podía pensar. Sé lo que se siente y no se lo deseo absolutamente a nadie. Los que habéis pasado por algo así sois muy valientes. En serio. Sois héroes. Siempre me han gustado las personas fuertes. Supongo que a base de golpes me convertiré en una. Espero que esto me haga un poco más resistente a la vida.

Ahora que ya estoy cansada de llorar, de darme abrazos de oso con mi madre y con mi hermana, de recordarle una y otra vez sin parar, de agotarme físicamente para que cuando me tumbe en la cama pueda dormir enseguida y no pensar en nada más... ahora que estoy cansada de todo eso, voy a tomarme un descanso de unos días -nos vamos a la montaña- y volveré, espero, con las pilas un poquito más recargadas. Aunque son fiestas de mi pueblo desde mañana hasta el día 9, no creo que las celebre mucho, pero de todos modos intentaré aprovechar lo que me queda hasta que, el día 10, empiece mi primer curso en bachiller. Sé que también será una de las cosas más complicadas que haya hecho.


Si alguna vez tenéis un problema como el que tengo yo, o sufrís de cualquier otro modo, de verdad, decídmelo. Seguramente no pueda ayudaros, pero os ofreceré todo mi apoyo. A la derecha tenéis mi dirección de email y no me importa escuchar a la gente, así que no dudéis si os sentís mal.

Muchísimas gracias a todos los que me habéis ayudado. De verdad espero que seáis increíblemente afortunados en la vida.



Y a ti, papá. Te quiero mucho, muchísimo, y siempre te querré. Siempre, siempre, incluso cuando sea una ancianita arrugada y no pueda ni andar. Tarde o temprano me reuniré contigo donde quiera que estés. Te lo prometo. ♥