Lionne.

Tú...

No eres tu nombre. No eres tu empleo.

No eres la ropa que vistes ni el lugar en el que vives.

No eres tus miedos, ni tus fracasos... ni tu pasado.

Tú... eres esperanza.

Tú eres imaginación.

Eres el poder para cambiar, crear y hacer crecer.

Tú eres un espíritu que nunca morirá.

Y no importa cuántos golpes recibas,

te levantarás otra vez.

domingo, 14 de marzo de 2010

Quiero lo imposible

Ya no sé cómo comenzar mi historia ni cómo terminarla. Ya no sé si soy yo la diferente o son los demás los causantes del problema. Me siento estúpida por pensar que soy única, y a la vez por pensar que soy igual a los demás. No sé cuántas veces le he dicho a alguien “te quiero”. Tampoco sé cuántas de ellas lo decía de verdad. Ni siquiera estoy segura de querer averiguarlo, ni de que los demás lo hagan. Ya no sé cuántas veces he querido matar a alguien, ni cuántas veces he trazado un plan para intentarlo. Tampoco sé si realmente sería capaz de hacerlo, si sería capaz de llevar sobre mi conciencia el peso de un alma muerta para el resto de mi existencia, o si es la furia del momento. Ya no sé cuántas veces ha habido alguien intentando desbaratar mis planes, por inocentes que fueran, ni cuántas de ellas han sido aposta o con verdaderas malas intenciones. No sé cuántas veces me he sentido sola e indefensa, expuesta al mundo, y he observado a los demás, gente sin miedo, como protegidos por una coraza invisible que yo no tenía y era incapaz de conseguir.
Tampoco me acuerdo de cuántas veces he llorado por algo inútil, estúpido o sin sentido, por algo hermoso y momentáneo, ni cuántas veces lo he hecho por nada más que un mero dolor físico finito y leve. No sé cuántas veces alguien se ha burlado de mí, ni cuántas de ellas han sido por mi culpa. Tal vez todas, tal vez ninguna. Ni siquiera tengo idea de las veces que me he enfadado por una tontería, por una cosa estúpida que no merece ser llamada razón.
Ni sé cuántas veces alguien me ha herido de la forma que más duele, provocando una herida que no se puede curar y que te abrasa el corazón, encogiéndolo y transformándolo en una flor muerta de pétalos marchitos, haciendo enfriarse la sangre de tus venas.
No sé las veces que he querido escapar de todo y me he encontrado con un muro invisible que he sido incapaz de penetrar, cuántas veces he querido huir y he descubierto que no podía salir de mi vida, que era imposible que mi alma se librara de mi cuerpo.

Y desde hace tiempo soy incapaz de escuchar con atención, ni de ver con claridad lo que tengo delante. No puedo estar en la calle mucho rato seguido, ni puedo permanecer en casa por más tiempo. Ni siquiera soy capaz de comportarme como antes.

Quiero volver a sentir la lluvia sobre mi piel, los rayos del sol sobre mi cuerpo, ser capaz de soñar cosas imposibles como antes, imaginarme que soy una guerrera con poderosas armas y no una niña con sueños rotos, pensar que sólo existo yo y nada más, darme cuenta de que necesito enfrentarme a mí misma y descubrir quién soy, cuál es mi destino, qué me depara la vida. Quiero ser valiente y no cometer errores, que nadie cuestione mi orgullo ni mi valor, que me respeten tal y como soy.


Quiero lo imposible.

jueves, 11 de marzo de 2010

Helicopter

Con precisión milimétrica, apoyó el cuchillo sobre la carne y empezó a cortar. Lo hacía como si le fuera la vida en ello, pero para seccionar un trozo tampoco hacía falta tanto aspaviento. No brotó sangre, pero a nadie le extrañó; el cadáver llevaba varios días muerto. Apenas respirábamos, cualquier cosa con no desconcentrarle. Tenía ganas de decir algo, y estuve debatiéndome en una lucha interna hasta que no pude resistirme.
—Jaky, no creo que para cortar un solomillo a la brasa tengas que hacer los trozos perfectos —solté de carrerilla, ya había pensado mis palabras segundos antes. Jake dejó el cuchillo y el tenedor en el plato bruscamente, y giró la cabeza con lentitud hacia mí.
—Kirta, ¿qué te he dicho sobre desconcentrarme cuando tengo un arma en la mano? —preguntó con voz calmada.
—Pero pendejo, si tú siempre tienes un arma en la mano —constató Alba, cruzándose de brazos.
—Eso —apoyó Clary, mirándonos con sus ojos oscuros.
—Volvamos al trabajo —dijo Jacob, de nuevo cogiendo los cubiertos de plata. Estaba a punto de seccionar otro trozo del solomillo, cuando un temblor recorrió la tierra, sobresaltándonos y alertándonos.
Me levanté de la silla a una velocidad vertiginosa mientras sacaba mi pistola más pequeña del cinturón. Observé el panorama por la ventana; un helicóptero negro estaba aterrizando al lado de la piscina del hotel. Con letras blancas, en el vehículo aéreo ponía: POLICÍA.
—Esto se pone divertido —dijo Jake, soltando el cuchillo y dejándolo en el plato. Iba a dejar también el tenedor, pero se lo tendió a Alba y dijo:—. Toma. Tu tenedor está en la habitación, ¿no?
—Sí, muchas gracias —dijo Alba, cogiendo el tenedor y empuñándolo con fiereza.
—Venga, tenemos que coger nuestras cosas y coger el próximo vuelo para marcharnos de aquí.
—No nos va a dar tiempo a coger todo —declaré—. Tan sólo las pistolas.
—Y la metralleta.
—Y el puñal.
—Y mi tenedor.
—Albi…
—Y mis dagas —apunté.
—Y mis cadenas.
—Y mi patito de goma…
—Albi…
—Kirta, averigua cuántos hay en el helicóptero y cárgate a los que puedas, pero con discreción —dijo Jake, pasando por alto los comentarios de Alba. Yo asentí.
—Habrá muchos, éste helicóptero es más grande que el nuestro —dijo Clara.
—¿Aproximación…?
—Quince, tal vez veinte, si van muy juntos.
—Sexy, encárgate de que al menos el piloto y el copiloto desaparezcan del mapa. Necesitamos que no puedan conducir el helicóptero para que no nos sigan desde el aire cuando nos vayamos.
—¿No podemos matarlos a todos? —preguntó Alba con aburrimiento.
—A no ser de que la mejor voz del mundo sea capaz de matar al escucharla, lo vamos a tener crudo.
—Somos fuertes —dijo Alba con orgullo, inflando el pecho.
—Sí, pero veinte contra uno, en su territorio, no es buena idea.
—Voy a ello —dije, y salí del restaurante del hotel mientras escondía la pistola en el bolsillo de mi pantalón. Que no se fijen en el anormal bulto del bolsillo derecho… Anduve hasta el helicóptero con el paso más seductor que supe adoptar, dejando un poco confuso al copiloto, que había salido del vehículo aéreo.
—Hola —dije casi en un susurro, esbozando una sonrisa en la que conseguí que se me vieran todos los dientes blanquísimos.
—Ho-ola —balbuceó el hombre, visiblemente nervioso.
—¿Por qué ha venido la policía? —pregunté con la misma voz sexy.
—Hay u-unos… unos la-ladrones… sueltos —consiguió decir el copiloto.
—¿Ah, sí? —inquirí con dulzura— Pues yo no sé nada… tan sólo estoy aquí con unos amigos.
—¿Cu-cuántos? —llegó a preguntar él.
—Dos chicas más, y un chico —respondí, sonriente y acercándome al hombre.
—Los ladrones… tam-también son… tres chicas-s y… un-n chico —dijo, borrándome la sonrisa del rostro.
—Sabes demasiado, amigo —dije, y pegando el cañón de la pistola contra su cuerpo apreté el gatillo. Apenas sonó, tan sólo el gemido sordo del hombre y el sonido del roce de su cuerpo contra el suelo de piedra.




Bueno, con esto y un bizcocho... xDDD ¡anda y que os den!!
¡Soy FELIZ! Teeengo un vestido nueeevo y mañana es VIERNES :D

miércoles, 10 de marzo de 2010

Un abrazo basta

Cuando no te sientas segura de ti misma, no te escondas del mundo. Abre tus grandes puertas y ofrece todo lo que tengas, esboza tu mejor sonrisa, porque nunca sabes quién está mirando. Prepárate, elige tus armas, aguarda al disparo de salida, desenfunda, observa, alerta, y ataca. Defiéndete con todas tus fuerzas, mantén la dignidad, la cabeza bien alta, el orgullo intocable, con un aire de superioridad que haga estremecer, pero no envidiar, con una mirada desafiante pero bondadosa, con unas palabras de aviso pero cariñosas. Responde bien a todo el mundo, finge que no ocurre nada, hazles creer a los demás que eres feliz, que nada falta en tu vida. Siempre hay alguien observando lo que ocurre, examinando el panorama con cuidado, eligiendo tácticas de combate para conseguir su cometido.
Por el contrario, si no tienes ganas de nada y un tedioso lunes te desborda, enciérrate en tu cuarto, pon la música bien alta, grita, baila, todo al son de la música, destroza lo que quieras, rompe objetos a tu alcance, insulta por Internet a contactos, a la gente. Contesta de malas maneras, cúbrete de una capa de mal humor y humo negro, neblina opaca y rayos oscuros, lluvia ácida, tempestad terrible. Píntate los labios negros, muerde, mánchate de sangre, hiere a alguien con fiereza pero sin llegar siquiera a matar; mírate en el espejo y dime lo que ves: tan sólo tu reflejo, pues bien, intenta distinguir claramente. No, no es una persona: es un espíritu errante que intenta vivir, algo imposible sin un alma, algo impensable sin un sentimiento, algo de lo que careces en el momento. Si alguien se acerca entonces considéralo tu verdadero amigo; porque no sólo es capaz de traspasar las fronteras del miedo, odio y asco, sino también de enfrentarse al problema directamente, derrumbando barreras con gran fuerza, hundiendo el ejército del enemigo en una sola jugada. Y, aunque sea lunes, estés manchada de sangre, los labios los tengas negros, estés cansada de gritar, llorar, bailar y destrozar objetos, dale un abrazo a ese amigo. Con una acción bondadosa al día (porque abrazar se trata de algo que tu amigo quiere, no tú), tu amigo se conforma. Con un abrazo basta.




Joder, me ha salido del alma xDD

lunes, 8 de marzo de 2010

Coraza de muerte

¡Hola! Bueno, el blog se ha vuelto loco y no me deja estar más de cinco segundos en la página, porque me redirecciona a otra en blanco, pero soy rápida como el rayo y me da para colgar esta mierda.
¡Que disfrutéis de mis lamentos!



Armadura de plástico,
Armadura de metal,
Coraza de mi cuerpo,
¿cuánto tengo que aguantar?
Llevo mucho tiempo
Intentando olvidar
Pero quedan huellas en el cielo
Que me impiden borrar
Aquellos recuerdos malditos
Aquellas horribles pesadillas
Que me atenazan cada noche.
Por favor, vamos a tu coche
Y marchemos a un lugar lejano
Un lugar donde no tenga que sostenerme
Por mí misma, sin ayuda,
Con esta cárcel que me hace la vida cruda,
Tiéndeme la mano, sujétame en tus brazos,
Pero libérame de la tortura en la que estoy sumida
Y sueña,
Sueña conmigo cada noche,
Porque yo lo hago, yo imagino,
Que estás aquí conmigo
Y aunque no forme parte de la realidad
Tengo una forma distinta de pensar
Paso de los demás, ya todo me da igual,
Estoy encerrada en una burbuja
Aislada del mundo, y actúo sin ayuda,
Sin consejo, sin armas, nada para combatir
Por favor, ¿pararás ya de reír?
Si vamos a luchar, expón tus armas
Tus puños, tus pistolas, tu escudo, tu espada
¿es mi turno ya? Bien, te las enseño
Tan sólo mis manos blancas, salidas como de un sueño
Nada para pelear, nada para guerrear
Simplemente dejo que la naturaleza actúe por sí misma,
Moriré brevemente y no me duele precisamente,
La vida de padre tiempo se agota,
La paciencia de madre natura llega a su fin
El mundo sumido en el caos aparece gota a gota
Al fin la santa muerte me dejará ya ir…

viernes, 5 de marzo de 2010

Atraco en la noche (parte 2)

—¿Qué tal va la cosa? —preguntó Clara.
—No está mal, un coche está detrás de nosotros y del segundo trasto ya se ocupa Kirta —dijo Albi, toqueteando su móvil.
—Ah, vale. ¿Cuándo la recojo? —inquirió Clary.
—Pues… —dudó Alba.
—Dentro de diez minutos —respondió Jaky por ella—. Estará en la plaza mayor en diez minutos.
—De acuerdo, pues voy ya a por ella —dijo Clara—. Nos vemos luego.
—Adiós, voz linda —dijo Jake y colgó. Mirando a Albi, esbozó una sonrisa burlona y dijo:—. Ahora no me impedirás que juegue con la pasma —dicho esto, pulsó el freno bruscamente y detuvo el coche.

* * *

—Diana, en diez minutos en la plaza —me dijo Jaky por el móvil.
—¿Dónde está?
—Ve todo recto. Clary te pasa a buscar enseguida.
—Vale, nos vemos luego Jake.
—Hasta luego, Kirta.
Colgué y me metí el móvil en el bolsillo del ajustado pantalón. Desenfundé una pistola y miré a mi alrededor de nuevo, alerta. Nada, tan sólo los polis muertos en el suelo y el coche patrulla abandonado.
Rápidamente recorrí la calle de una punta a otra, en menos de un minuto, y zigzagueé por las avenidas desiertas (algo poco común) hasta llegar a la plaza. Esperé tan sólo unos segundos, y Clara llegó con su maravilloso helicóptero.

miércoles, 3 de marzo de 2010

Atraco en la noche

Me abroché las botas, la chaqueta negra, y me enfundé las dos pistolas en el cinturón. Después, fui a la cocina y cogí mis dos cuchillos preferidos; uno corto, casi una navaja, con el mango plateado, al igual que la reluciente hoja; y el otro más largo, de unos quince centímetros, con el mango negro y la cuchilla recortada en forma de pequeños picos, con una punta curvada al final, como un garfio. Metí éste último cuchillo en una funda, que me até al cinturón, y el otro más pequeño fue directo a mi bota, en un bolsillo interior apenas perceptible para alguien que no conociese su secreto. Rápidamente, cerré la puerta de mi casa y fui directa al coche. Dejé mi bolsa con mi móvil, mi busca, una pequeña cartera, una navaja multiusos, dos linternas pequeñas, y una munición para mis pistolas en el asiento trasero, me monté de un salto en el de piloto, y arranqué.

* * *

Examiné con cuidado el banco, mirando desde el exterior, a través de la puerta. Observé detenidamente cualquier posible movimiento. Revisé una y otra vez cada contorno de cada mueble, cada esquina de la habitación, mirando el cuarto centímetro a centímetro. Estuve parada en la misma postura durante varios minutos seguidos, apoyando todo el peso de mi cuerpo en la pierna derecha, y flexionando levemente la izquierda, con los brazos relajados y cayendo libres por mis costados.
Respiré profundamente. Ya había comprobado que no había moros en la costa; podía empezar en cuanto Albi y Jake llegaran. Oí unos pasos detrás de mí. Reconocí el paso seguro de Albi, leve pero capaz de oírse perfectamente, y el regular paso de Jaky, un paso que sería capaz de distinguir entre miles de pasos. Cuando noté que Alba estaba a mi derecha, y Jake a mi izquierda, murmuré:
—Vamos allá.
Saqué un pequeño mando de mi bolsillo. Había colocado la pequeña bomba en cuando había llegado, así que sujeté el mando por delante de mí y me dispuse a pulsar el botón.
—Un paso atrás —avisé, y los tres retrocedimos un metro de una gran zancada, al tiempo. Sin pestañear, pulsé el botón y la bomba estalló. No hubo una gran explosión, ni voló nadie por los aires, simplemente ése día me tocaba a mí abrir la puerta y era mi modo favorito de hacerlo.
—Vamos —susurré, y al instante todos estuvimos dentro.

* * *

Tres minutos y cuarenta y dos segundos después, salíamos del banco con dos bolsas repletas de diamantes cada uno. Rápidamente Alba y Jaky se montaron en el Maserati Birdcage 7th negro que había aparcado enfrente del grandioso banco, y yo me subí al techo, con la pistola en ristre y los oídos alerta, esperando oír las bocinas de la policía, que no tardó en aparecer. Por desgracia en aquella ciudad la pasma era bastante rápida, pero claro, era imposible que nos pillaran. Jaky arrancó el coche a toda velocidad, pulsando el acelerador al máximo, y yo casi me caigo de no ser por mi don natural de estabilidad. La poli no tardó en tener despierta a toda la ciudad, y pronto tuvimos otro coche patrulla delante de nosotros. Se nos plantó en medio, como intentando impedirnos el paso.
—¿Creéis que hemos nacido ayer? —pregunté entre dientes. Jaky dio unos golpes al techo desde el interior, que me llegaron como leves roces desde arriba. Capté su mensaje y me preparé para saltar. Cuando parecía que nuestro Maserati iba a chocar con el de la poli, Jake dio un brusco giro a la izquierda, adentrándose en una estrecha calle que nadie había visto, mientras yo saltaba al suelo y caía rodando, para no hacerme daño. Me levanté de golpe, desenfundando los dos cuchillos al tiempo, y lanzándolos contra los dos polis que me esperaban. Cayeron inertes al suelo casi al instante, pero no me dio tiempo a recoger mis armas. El coche que nos había perseguido fue a por Jaky y Albi, mientras que más policías salieron del coche que nos había tapado la salida principal. Saqué mis pistolas y comencé a disparar como una posesa, pero ni una bala fue en vano. Esperé unos segundos, respirando hondo, y cuando no percibí movimiento alguno, fui a por los dos primeros polis que había matado y les arranqué el cuchillo del corazón.

* * *

—Acelera, Jake —dijo Albi, mirando por el espejo retrovisor, pero sin ningún signo de temor o nerviosismo. Más bien era… diversión.
—Oh, me apetece jugar con ellos un poco —dijo Jaky, esbozando una sonrisa burlona, perlada de dientes blanquísimos.
—Llama a Clara, y ya veremos —sentenció Alba. Jake refunfuñó un poco, pero pulsó una tecla de la pantalla situada a la derecha del volante y enseguida sonó un pitido.
—Hola, chicos —dijo la voz de Clary, perfectamente audible.
—Hello, linda —dijo Jake, torciendo bruscamente a la derecha.
—¿Qué tal va la cosa? —preguntó Clara.
—No está mal, un coche está detrás de nosotros y del segundo trasto ya se ocupa Kirta —dijo Albi, toqueteando su móvil.

lunes, 1 de marzo de 2010

Hermanos

—¡Tú! —grité furiosa, avanzando a grandes zancadas hacia él—. ¡Niño mimado y egoísta! ¿No eres capaz de conservar una amistad? ¡Eres un maldito crío que intenta hacerse el mayor! —me lancé contra él y comencé a golpearle en el pecho con mis puños cerrados, él intento pararme.
—¿Yo soy un crío? —preguntó, enfadado—. ¡Tú eres la que se comporta como una niña malcriada y caprichosa que no permite que los demás le den su opinión!
—¿Ah, sí? —dije con voz peligrosa—. ¡No soy yo la que te ha echado de mi vida y te ha insultado hasta conseguir que sintieras que es culpa tuya! ¿Acaso he hecho algo mal?
—¡Has hecho muchas cosas mal, lo peor es que eres incapaz de reconocerlo y ni siquiera prestas atención a tu alrededor! —dicho esto me agarró de las muñecas, impidiendo que le pegara. Aún así, intenté liberarme y golpearle de nuevo.
—¡Suéltame, maldito niñato! ¡Si vas a mandarme a la mierda, al menos déjame irme en paz!
Conseguí soltarme al fin, y me di la vuelta para marcharme cuanto antes, cuando él me agarró de nuevo por el brazo, tirando de mí y apretándome con fuerza la muñeca. Me volví bruscamente, y con los ojos llenos de ira, subí mi pierna derecha, flexionándola, y golpeándole la entrepierna con la rodilla. Él se dobló por la mitad, liberándome, y yo aproveché para irme mientras me miraba la muñeca izquierda. Estaba toda roja, en el lugar donde me había apretado él tan fuerte. Seguí avanzando hasta el banco de donde me había separado de mi hermano, el banco donde éste estaba sentado. Se levantó al instante y me leyó el rostro, frunció el entrecejo y me apartó de su camino con cuidado.
—Voy a por él —constató sin dudarlo, pero yo le intenté sujetar.
—No, ¡no!
Le apoyé la mano izquierda en el rostro, obligándole a mirarme a mí. Me sumergí en sus ojos azules-grises por un momento, pero entonces me cogió la muñeca izquierda con suavidad y me la examinó.
—¿Te ha hecho él esto? —preguntó, comenzando a tensarse, y atravesándome con su mirada penetrante. Yo no contesté, y él zarandeó un poco mi brazo para devolverme a la realidad—. ¿Él te ha hecho esto? —preguntó de nuevo, esta vez obligándome él a mí a mirarle.
—Sí —reconocí en voz baja. Nos miramos durante otro segundo más, y después me soltó completamente, corriendo hacia la dirección por donde yo había venido.
—¡¡No!! —grité, pero fue inútil. Corrí hacia ellos todo lo aprisa que pude. Y sólo llegué a tiempo de ver cómo mi hermano mayor le pegaba un puñetazo al causante de toda aquella situación. Me quedé estupefacta, no por el hecho de que mi hermano le hubiera pegado (porque no había sido la primera vez que veía pegarle a alguien que lo tenía merecido), sino por el puñetazo en sí. Fue como lento y rápido al mismo tiempo, como si él esperara el golpe pero a la vez lo pillara por sorpresa.
Me acerqué a ellos, no quería que la sangre llegase al río. A poco me asesta alguien un puñetazo.
—Apártate, le voy a dar su merecido a éste tío —dijo mi hermano, apartándome y remangándose.
Y entonces…




A esto se le llama dejar a alguien con la mierda en la boca.