Lionne.

Tú...

No eres tu nombre. No eres tu empleo.

No eres la ropa que vistes ni el lugar en el que vives.

No eres tus miedos, ni tus fracasos... ni tu pasado.

Tú... eres esperanza.

Tú eres imaginación.

Eres el poder para cambiar, crear y hacer crecer.

Tú eres un espíritu que nunca morirá.

Y no importa cuántos golpes recibas,

te levantarás otra vez.

martes, 31 de agosto de 2010

Despedida

A ver, cómo os lo explico.

Eh... son las doce de la noche (efectivamente, la hora de las brujas). Mi tata se va a Irlanda en cuatro horas, y se va a coger el autobús en tres. Quitando el hecho de que estoy hecha polvo, sólo tengo un problema.

Ya sé que hace días que no subo nada, pero vais a estar una temporada sin mí (o eso creo). Me van a castigar (lo intuyo, lo presiento, lo sé, llámalo X ), así que quién sabe el tiempo que voy a estar sin ordenador, sin pantallas, sin salir, sin respirar...

Puede que me muera y nunca lo sepáis (bueno, tengo el testamento hecho y le pediré a mi tata que os avise si ya no vuelvo a aparecer por aquí), pero de momento parece que el castigo va para largo.

LOSIENTO (de nuevo) pero no puedo hacer más. Con un poco de suerte no me castigarán más de un mes, así que tal vez para principios de octubre me tenéis aquí (o tal vez no).

Bueno, este blog tampoco es tan adictivo como para que os lamentéis por este lapsus, pero yo aviso, por si acaso. Un beso a todos. Voy a deprimirme =)

sábado, 21 de agosto de 2010

Cap 1 - El más fuerte

Salí de clase de taekwondo y me dirigí a mi bloque de pisos. No llevaba puesta mi capa, por lo que intenté resguardarme de la lluvia cruzando callejones estrechos, a los cuales no llegaba casi el agua. Eran los menos indicados de cruzar, pues en el noventa y nueve por ciento de ellos se escondía uno o más criminales dispuestos a robarte o acribillarte a balas. No me preocupé. Sangilak se situaba a mis espaldas.

Tan sólo se oía el rumor de la lluvia y el sonido procedente de mis botas al rozar el suelo húmedo. Sangilak, gracias a las almohadillas que cubrían la parte inferior de sus patas, no hacía ruido, por lo que yo tan sólo sabía que estaba ahí gracias al sexto sentido que se desarrollaba cuando tenías un “guardaespaldas”.

Estuve atenta a cualquier sonido que se saliera de lo normal, aunque la verdad es que me habían intentado atracar más de una vez y el ruido que producían los criminales al intentar apresarme ya me era rutinario. Nunca había salido malparada, aunque algún rasguño sí me había llevado de vez en cuando.

Vi una sombra unos quince metros por delante de mí.

Merde —solté en francés, maldiciendo a la figura encapuchada que me esperaba. Era demasiado tarde para retroceder; si lo intentaba, la sombra iría a por mí y no me apetecía tenerle detrás. Prefería luchar contra él de frente con la ayuda de Sangilak en vez de huir.

—Sangi —susurré, y le di instrucciones en japonés—, toki ni kare wa watashi o kōgeki suru tsumorida janpu shimasu. O sanshō shite kudasai shinai yō ni shiyou.

Sangilak me miró con sus ojos oscuros y parpadeó una vez para hacerse entender. Asentí en silencio y seguí avanzando con mi guardaespaldas detrás de mí. La sombra no se movió, probablemente pensaba que aún no le había visto. De lo contrario, habría venido a por mí para que no intentara huir.

Cuando estuve a unos cinco metros del encapuchado, éste comenzó a andar hacia mí, ya sin intentar ocultarse. Portaba un arma multifuncional. Se trataba de una especie de pistola plateada, con un compartimento secreto en el que se podían guardar balas de recambio, cuchillos, e incluso pistolas más pequeñas o diferentes detonadores como botones-bomba. La pistola no era grande, por lo que en el caso de que llevara blancas serían navajas pequeñas, y de ningún modo podía llevar otra pistola dentro de la primera. Eso significaba que el criminal no tenía especialmente mucho dinero para comprar armas, lo que daba a entender que intentaría robarme cosas de gran valor, no matarme por diversión. A juzgar por la forma en que le temblaba el brazo cuando me apuntó, llevaba mucho rato esperando en el callejón y estaba desesperado por conseguir algo que vender o que llevarse a la boca.

—No quiero problemas —solté cuando estuvimos a un metro. Desde luego, yo no iba a empezar al pelea. Eran pocos los que se detenían cuando hablabas con ellos, pero al menos te librabas de algún duelo—. No quiero luchar.

Sangilak aguardaba detrás de mí. El hombre estaba tan ocupado fijándose en mí que no había divisado al lobo. Tanto mejor para mí. No tenía pinta de querer retirarse.

—Dame todo lo que tengas de valor —dijo en un intento de parecer firme. Arrugué el entrecejo.

—Por favor, te he dicho que no quiero luchar —lo intenté otra vez. Le analicé con la mirada. Era delgado, más bien esmirriado, alto, pero no parecía muy fuerte. Con el taekwondo bastaría. No tendría ni que sacar la daga.

—Pues dame lo que te pido —repuso, moviendo un poco la cabeza para aliviar tensión en el cuello.

—No puedo —susurré. De valor tenía la daga (de plata con incrustaciones de marfil), el intercomunicador, y el dinero que me había sobrado al pagar la clase de taekwondo. No llevaba nada más, pero con las pegas que le estaba poniendo, el hombre estaría imaginándose en ese mismo instante que era la hija mimada de un pez gordo y que llevaba joyas, armas y aparatos caros. Se equivocaba completamente.

—Pues tendré que matarte —respondió tragando saliva, y alzó un poco más la mano.

—Nunca has matado a nadie —susurré. No tenía ninguna gana de luchar, aunque así podría probar los nuevos golpes de taekwondo… pero no, mejor no. Voy a empezar con el poder persuasivo, pensé—. Nunca lo has hecho, no necesitas intentarlo ahora. Sabes que no soy una presa fácil. Si fuera así yo ya estaría muerta —continué.

—Lo estarás dentro de poco —respondió. Mi táctica no daba resultado; cada vez estaba más convencido de lo que hacía. Tendría que luchar, después de todo.

—No necesitas luchar —traté de persuadirlo una vez más—. No necesitas hacer daño a la gente para sacar tu propio beneficio. Si vas a una agencia podrás sacarte un sueldo fácilmente.

—Pero, pero… —su mano comenzó a temblar, pero no la bajó. Empezaba a retirarse, poco a poco. Sonreí para mis adentros y calmé a Sangilak adoptando una postura más relajada. Él seguía alerta, pero ya no estaba nervioso.

—Baja el arma y no te haré daño. Te lo prometo.

—No se puede confiar en nadie —susurró.

—En mí sí —contesté con el mismo tono de voz. No he razonado contigo para hacerte daño ahora.

—Pero… pero… —Sangilak gruñó levemente. Algo no iba bien. El hombre alzó la cabeza, y nos ojos azules y penetrantes se clavaron en los míos—. Pero yo sí —susurró, comenzando a mover el dedo para apretar el gatillo.

—¡San! —le avisé para que atacara mientras ejecutaba una de las técnicas del taekwondo; chagui tuio. Se trataba de una patada orientada hacia el torso, la cual se tomaba impulso gracias a un gran salto. Con ella conseguí golpear al hombre en el pecho, haciendo que cayera al suelo y soltara la pistola. Yo aterricé con suavidad en el cemento mojado, a unos centímetros de mi víctima. Sangilak saltó por encima de mí y aterrizó encima de él, sujetándole las muñecas con las patas delanteras, y las piernas con las traseras. Yo me levanté, recogí la pistola y le apunté al ladrón a la cara.

—Por favor, no me mates —me pidió con voz lastimera. Estaba llorando—. Tengo dos hijos pequeños esperándome. No podrían sobrevivir sin mí.

—Eso deberías haberlo pensado antes —contesté fríamente—. Antes de intentar matarme. Te dije que te retiraras, que no quería luchar, y no me hiciste caso. Ahora, atente a las consecuencias.

—Por favor, por favor —gimoteó—. Mis niños necesitan a su padre. No me he portado bien contigo, pero hazlo por ti, no por ellos.

Maldita sea, comenzaba a darme pena. Mi puñetero corazón era demasiado blando para aquello. Arrugué el entrecejo.

Koko ni ki, Sangi —le ordené en japonés al lobo. Éste se apartó inmediatamente de su presa—. Puedes marcharte —anuncié. El hombre se levantó a toda prisa—. Pero la pistola me la quedo.

—Muchísimas gracias —murmuró, y salió corriendo en la dirección por donde yo había llegado hasta allí. Suspiré, me guardé la pistola en la pequeña mochila que llevaba a la espalda y seguí caminando junto a Sangilak. Al menos la patada me había salido bien.

* * *

—Cora, ya estoy en casa —anuncié al cerrar la puerta de entrada detrás de mí. Sangilak había cruzado el vestíbulo antes que yo.

—¿Qué tal? —me preguntó Hilda desde la cocina. Probablemente estaba haciendo la cena.

—Bueno, han vuelto a intentar atracarme.

—¿Estás bien? —la voz de Cora expresó preocupación. Oí el sonido del cuchillo golpear la madera. Probablemente troceaba fruta en la tabla de cortar. Le encantaba hacer macedonia.

—Sí, sí, al menos el taekwondo sirve para algo. He conseguido una pistola —comenté, callándome el detalle de que había dejado escapar a mi agresor (o víctima, según se mire).

—Bueno, me alegro que estés bien. Ve a ducharte y cenamos.

—Vale.

Subí las escaleras que conducían a mi habitación seguida por Sangilak, quien meneaba el rabo con felicidad. Mi cuarto no era muy grande, de hecho, en él ni siquiera había muchas cosas. Las paredes y el suelo eran de hormigón blanco, creando un ambiente frío. La cama, situada al fondo a la derecha, tan sólo era una moderna plataforma de metal con un colchón y un forro polar encima. Al lado estaba la mesilla de madera, sobre la cual estaba una cajita negra en la que guardaba mis “joyas”, aunque no tenían mucho valor. Al fondo de la habitación, a la izquierda, había una cabina con el cristal translúcido, de tamaño similar a una de teléfono. En ella me vestía todos los días, y ahí se almacenaba mi ropa, que no era mucha. A su lado se encontraba un pequeño sofá de dos sitios, uno de los cuales lo utilizaba para sentarme, y otro para dejar ropa, objetos y demás. Por último, enfrente de la cama y la mesilla estaba mi escritorio. En él se encontraba mi objeto más valioso (económicamente hablando); mi ordenador. Mis padres habían ahorrado mucho tiempo para comprármelo, y me lo regalaron antes de morir. Un mes antes.

El ordenador era pequeño, como la mayoría por aquél entonces, y en él se almacenaban millones de datos que yo había conseguido; noticias y fotos sobre los Lobos de Marfil (provenientes del periódico digital), planos de la ciudad, listas e imágenes de armas, programas para hackear softwares y otros ordenadores, webs de páginas relacionadas con el taekwondo, etc.

Dejé la pistola encima del escritorio, al lado del ordenador, y me saqué la daga de la bota, colocándola en la mesilla. Después, me metí en la pequeña cabina y me quité el traje que llevaba. Era ceñido pero elástico, bastante cómodo. Parecía un body negro más que otra cosa, aunque los brazos los tenía descubiertos; era de tirantes con el cuello alto. La parte de abajo, los pantalones, estaban unidos a unos “calcetines” del mismo material que el traje, aunque, por supuesto, encima llevaba las botas (que me quitaba para la clase de taekwondo).

Una abertura en la pared succionó el traje y las botas cuando me las quité (estaba diseñado para eso) y me “lanzó” la prenda que me ponía para dormir; un pijama que constaba de unos pantalones largos, anchos, de tela fina; y un top de tirantes que me dejaba el ombligo al descubierto. Cuando me hube vestido salí de la cabina translúcida y bajé al piso inferior con Sangilak, que me había estado esperando en mi habitación.

Sangilak, por cierto, era mi descomunal lobo negro. Su lomo me llegaba a la cintura, y su cabeza casi al pecho. Era rápido, silencioso y astuto, y tenía un brillo en la mirada cada vez que experimentaba un sentimiento fuerte. Sus ojos de color marrón oscuro eran capaces de mostrar dulzura y agresividad de un momento a otro si alguien hacía ademán de atacarnos a él o a mí, y sus afilados colmillos eran su arma más letal. Podía ser ligero como una pluma caminando por el hielo quebradizo, y fuerte como un oso a la hora de inmovilizar a su presa; de ahí su nombre, que significaba “el más fuerte” en inuit. Teníamos una relación “telepática” y sentimental, no podíamos comunicarnos por palabras, pero con solo mirarnos éramos capaces de entendernos, lo que nos era muy útil a la hora de combatir contra alguien. Además, si no teníamos contacto visual, “sentíamos” dónde estaba el otro, y podíamos ir en su busca por instinto. Nuestra relación no era la de una mascota y un dueño, era una relación de cariño y confianza entre dos amigos que se protegían mutuamente. Había sustituido la protección de mis padres cuando estos faltaron, y era mi primer y único amigo. Haría cualquier cosa por su vida, y él sentía lo mismo.

Fui a la cocina, donde estaba Cora terminando de poner la mesa. Cora era tan sólo unos años mayor que yo; había sido la mejor amiga de mis padres y su aliada hacía tiempo, así que era la única persona en quien yo podía confiar. Tenía los ojos claros y el cabello oscuro, la piel delicada y blanquecina y la apariencia de una adolescente menuda. Vestía una falda gris y una camisa blanca sin mangas bastante ceñida, que remarcaba sus curvas y le dejaba al descubierto la espalda. Iba descalza al igual que yo, pues el suelo estaba calentito gracias a la calefacción del piso y era agradable al contacto con los pies.

—¿Te ayudo en algo? —pregunté, aunque veía todo hecho.

—Eh… sí, dale la comida a Sangi, que con la cena no me ha dado tiempo —pidió mientras terminaba de trocear una pieza de fruta de color nácar. Había miles de artilugios que podían hacerlo por ella, pero a Cora le gustaba el sonido que producía el cuchillo al cortar (suena un poco sádico, pero lo digo en el mejor sentido), y lo cierto es que lo manejaba con soltura.

En un rincón de la habitación había una plataforma blanca, del mismo color que el suelo, elevada unos treinta centímetros. Un metro por encima de ella, en la pared, una pantalla digital marcaba la lista de comida que teníamos en la despensa. Como estaba por orden alfabético, busqué la letra efe. Tras unos segundos me apareció la palabra “filete” (detrás de la palabra “fideos” y antes de “frambuesa”), así que pulsé el botón verde y sonó un pitido. Debajo de la pantalla había una ranura por la que salió un plato blanco, sobre el cual se situaba un filete de carne bien generoso. Coloqué el plato encima de la plataforma del rincón, y me senté en la mesa enfrente de Cora, dejando que Sangilak comiera libremente. Al parecer el filete estaba bueno.

Cora había preparado un guiso a base de patatas y carne, seguido de una macedonia con gran variedad de frutas y un postre dulce con frutos del bosque. Todo delicioso; mi tutora legal era una excelente cocinera.

—¿Sabes qué? Dicen en las noticias que están buscando un sucesor para Yago Silverking —dijo Cora con amargura, llevándose un trozo de manzana a la boca—. Están buscando parientes cercanos dispuestos a aceptar el trono.

—Dispuestos a asumir el mandato del país no faltarán, lo que no habrá será parientes cercanos —comenté, levantándome de la mesa y observando a Sangilak. Ya había terminado de comer.

—Esperemos que aparezca alguien bondadoso y lleve al país por el camino correcto —suspiró Cora—. Esto es una crisis en toda regla.

—Pides demasiado. Con que suban al trono a alguien no demasiado trastornado de la cabeza me es suficiente.

—De todos modos, la gente se cansará. Habrá otra rebelión. Si alguien acepta el riesgo de ser rey y el país va a peor, los rebeldes le matarán. Alguien bueno acabará mandando. No todos pueden ser criminales.

—Quieres decir que los rebeldes le mataremos —rectifiqué.

—Eres demasiado joven.

—Tengo dieciséis años. Muchos de los rebeldes comenzaron a serlo antes de los trece.

—Muchos de los rebeldes eran insensatos —repuso, levantándose también. No estábamos peleando, pero ya no hablábamos tranquilamente.

—¿Te incluyes entre ellos?

—Sí. Fui una estúpida al pensar que con catorce años podría rebelarme contra el rey. Mucha gente murió.

—Pero tú saliste viva, y yo estoy más preparada que tú —argumenté.

—Tus padres también lo estaban, y el próximo rey también lo estará. Todos están preparados ahora, unos más que otros, pero no puedes enfrentarte con tan sólo dieciséis años a la próxima persona que asuma la responsabilidad del país —soltó de carrerilla.

—Lo puedo intentar —murmuré, y salí de la cocina. Sangilak, percibiendo mi enfado, me siguió y me rozó la cintura con el morro. Apoyé la mano en su cabeza y le acaricié las orejas mientras subíamos a mi habitación. Después, pulsé el botón que había en la pared y un cristal negro se deslizó hacia arriba, dejando ver una gran abertura circular en la pared; la ventana. Las paredes eran tan gruesas que podía sentarme en el borde del círculo sin caerme, y aún sobraba espacio para Sangilak. Desde ahí contemplamos la luna que se alzaba en el cielo estrellado.

—San, tōboe.

Sangilak comenzó a aullarle a la luna. Yo sonreí. Mi lobo y yo éramos los dueños de la noche.




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Hola a todoosss!!!!!!!!!!!

Bueno, como ya habréis notado, he subido el primer capítulo XD

ESpero que os haya gustado

OS HA GUSTADOOOO????

COMENTAAADD!!!


Ah, para el agudo que se haya dado cuenta, las palabras raras que salen en este capítulo ("tōboe", "koko ni ki") Sí, son en japonés. Probablemente no estén bien escritas (las frases mal expresadas, y eso) pero bueno, no sé japonés y hago lo que puedo. Aquí os pongo la traducción de lo escrito (bueno, de lo que quería poner, vamos);


-toki ni kare wa watashi o kōgeki suru tsumorida janpu shimasu. O sanshō shite kudasai shinai yō ni shiyou = salta sobre él cuando me ataque. Intenta que no te vea.


-Koko ni ki = ven aquí


- tōboe = Aúlla



Espero que os haya gustado!! un beso!!!

viernes, 20 de agosto de 2010

Prefacio: Lobos de Marfil

Año 2.499.

El mundo está sumido en el caos; la mitad del planeta es totalmente ocupada por la descontrolada naturaleza. El césped ha tapizado todo el suelo y los árboles no dejan apenas lugares sin sombra. Numerosas raíces de árboles y arbustos salen de la tierra y se entrelazan con hiedras y enredaderas, convirtiendo el suelo en una trampa mortal. Los animales salvajes habitan los bosques y ya nadie se atreve a adentrarse en aquél lugar. Muchos lo han intentado. Muchos han muerto.

La otra mitad del planeta es completamente lo opuesto a la naturaleza. La tecnología reina en la enorme ciudad protegida por descomunales muros que hacen las veces de fortaleza. Los vehículos levitan unos centímetros por encima del suelo, no existen las casas, sino los edificios y los bloques de pisos; la criminalidad es tan alta que no es aconsejable confiar ni en tu propia sombra. Los niños ya no salen de casa sin adultos; estudian en el hogar con ayuda de hologramas y libros electrónicos. Las compras se hacen por Internet, las calles no están concurridas y en los parques casi no hay personas. Todo está nuevo, impoluto, pero vacío.

La gente tiene miedo. Cuarenta y nueve años antes, Yago Silverking había sido el promotor de la empresa R.I.A (Robots de Inteligencia Artificial). Millones de dólares habían sido recaudados por la agencia, que más tarde utilizaron para crear microchips malignos. Esos microchips fueron implantados en los robots nuevos, así que poco a poco Yago Silverking se hizo dueño de las vidas de la mayoría de seres humanos que había viviendo en el planeta. Pero un grupo de rebeldes le hicieron frente a Silverking y a su empresa, consiguiendo derrotarlo y matarlo. Los demás componentes de R.I.A huyeron o fueron asesinados por criminales o rebeldes. Los robots quedaron olvidados y la gente desconfió todavía más del mundo exterior.

El grupo de rebeldes fue alabado por gran parte de la humanidad. Se hacían llamar Lobos de Marfil.

Serafín SaSale era el jefe de la organización rebelde.

Me llamo Hilda SaSale.

Soy su hija.








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Espero que os haya gustado! Es el prefacio que pretendía hacer para un concurso al que me voy a presentar este año, pero creo que el relato me sale demasiado largo para las condiciones del concurso, de modo que el libro empezará a ser escrito (en breves) pero no pienso presentarlo a ningún certamen (por el momento).


No os voy a decir el argumento del libro, más que nada porque no he ultimado los detalles, de modo que id imaginando la historia porque no sabréis más de ella hasta que cuelgue el primer capítulo. Los iré publicando aquí, aunque tal vez cuelgue cosas de por medio (es decir, os contaré mi vida de vez en cuando y escribiré textos que no tengan nada que ver con la historia, pero que quiero exhibir para que comentéis, alabéis y me hagáis feliz).


¿Todo entendido? ¡Pues hasta otra! Ahora mismo estoy escribiendo el primer capítulo.

¡Au revoir!

domingo, 15 de agosto de 2010

Cosas, cosas

Hoola a todos!!!
Qué tal?
Yo muy bien, gracias por preguntar ^^

Estoy muy contenta porque el verano me ha salido redondo, así que voy a presentarme a algún concurso literario a ver si hay suerte y les gusta mi relato lo suficiente como para publicarlo en alguna parte o que me den algo de dinerillo.

Uno de los concursos que tengo en mente para presentarme es el VII CERTAMEN INTERNACIONAL DE RELATOS CORTOS ALMENARA. El primer premio son 1.200 €, así que presentarse puede resultar... interesante xD

No me presento sólo yo, mi TATA (La Dama de la Noche Eterna) también va a hacerlo con un relato buenísimo sobre... bueno...

De momento no os voy a decir ni de qué va mi relato, ni de qué va el suyo, porque creo que hasta que no se haga público el fallo del jurado, no está permitido publicar en Internet algo sobre los trabajos presentados. De forma que cuando sepa qué hemos ganado (sí, yo voy con ese ánimo optimista) os lo comentaré y os colgaré el relato. Es por seguridad, a ver si se van a pensar que lo he plagiado o algo.

Para quien le interese; el plazo de admisión es hasta el 22 de Octubre (de este año, claro), y se entregan los premios el Sábado 13 de Noviembre en El Bonillo, donde tienen que acudir los ganadores para leer sus trabajos en voz alta (ya veis, estoy haciendo ejercicios de voz xD)

Si por casualidad alguien queréis presentaros al concurso y necesitáis las bases, no tenéis más que pulsar en el nombre del concurso, y la página se redirigirá a la web correcta. Por otro lado, hay otro concurso, el IV PREMIO DE NARRATIVA W. AYGUALS DE IZCO DE LA ASSOCIACIÓ CULTURAL AMICS DE VINARÒS. Es interesante presentarse porque además de los 1.500 E de premio, se encargan de la primera edición del libro y te entregan 50 ejemplares. Ya veis que sueño mucho, pero al menos intento conseguir algún premio. Pulsando en el nombre del concurso tenéis la web, si os interesa.

El problema de todo esto es que estoy "entregando" los derechos de autor a los concursos al presentarlos como mis trabajos, y eso supone un problema si no gano y quiero presentarlos a otro Certamen de Narrativa o premio literario, pues creo que ya no serían inéditos y no valdrían en la mayoría de los concursos.

Bueno, os he contado muchas cosas y tengo que ir a desayunar (sí, son las once y media y aún no he desayunado, algún problema?) así que... Arrivederci!!!...