Lionne.

Tú...

No eres tu nombre. No eres tu empleo.

No eres la ropa que vistes ni el lugar en el que vives.

No eres tus miedos, ni tus fracasos... ni tu pasado.

Tú... eres esperanza.

Tú eres imaginación.

Eres el poder para cambiar, crear y hacer crecer.

Tú eres un espíritu que nunca morirá.

Y no importa cuántos golpes recibas,

te levantarás otra vez.

domingo, 24 de enero de 2010

Incansable

Me asestó una puñalada y me dio de lleno en el costado, atravesándome de parte a parte. Grité de dolor y caí al suelo de rodillas, apretándome la herida sangrante con las manos. Los ojos se me empañaron y los cerré con fuerza, deseando que aquello no fuera más que una vívida pesadilla. Por desgracia, eso no era así, y por más que lo deseara no iba a conseguirlo. Estaba yo sola, allí, en medio de un montón de monstruos horripilantes que me doblaban en tamaño, contra los que había luchado hasta que ése me había traspasado con una especie de espada-hacha, sin nadie que me ayudase. Yo misma me lo había buscado, por orgullosa, pero ya no podía remediarlo, todo había acabado.
Pero no… todavía no había terminado. No mientras una pobre ilusa tuviera una esperanza demasiado grande para ella, una fe en algo imposible y un argumento por el que seguir, un motivo por el que continuar…
Tenía que continuar, tenía que continuar, no me podía rendir, de lo contrario, estaba perdida, al fin y al cabo, todavía no me habían matado, ¿verdad? Los monstruos parecían creer que yo ya estaba muerta, porque ninguno me hizo nada más. Respiré lentamente durante unos segundos, y tras unos instantes, abrí los ojos de golpe y me levanté bruscamente en un esfuerzo sobrehumano, con la consecuencia de un dolor en el costado que me impidió pensar en ese momento. Pero no necesitaba pensar para luchar… Recogí mis espadas del suelo y maté a los dos monstruos más cercanos que tenía a mi alcance. Los demás me miraron, sorprendidos, durante unos instantes, un tiempo que aproveché para cortarle la cabeza a un tercer monstruo. No me rendiría tan fácilmente.
Estaba dejando un reguero de sangre en el suelo, y no precisamente de los monstruos, ya que su sangre era negra, y la mía roja. Casi había más sangre mía que de los monstruos, aunque era imposible…
Recibí más golpes e incluso alguna puñalada, pero intenté esquivar alguna y me seguía manteniendo en pie, con un agudo dolor que me impedía pensar, oír, hablar, y casi ver. Pero yo seguía en mi tarea, aunque sabía que me iban a matar tarde o temprano, parecía que los monstruos se multiplicaban, cada vez aparecían más, y yo tan sólo tenía dos manos, no podía con todos a la vez.
Continuaba, si me iban a matar no me iba a rendir fácilmente, prefería dejar de existir más tarde que pronto. Ya ni siquiera podía moverme, tan sólo me tenía en pie y me defendía como podía, incapaz de atacar. Entonces uno de los monstruos, con aquella espeluznante hacha, tan grande como yo, bloqueó el golpe que le intenté asestar y me cortó limpiamente la mano por la muñeca, separándola de mi brazo y haciendo que una de las espadas se me cayera al suelo. Sentí un dolor infinito, todavía más fuerte que el del costado, pero no debía rendirme, tenía que seguir…
Jadeando, atravesé el cuerpo del monstruo con la espada que portaba yo con mi mano izquierda, hiriéndolo de muerte. Cayó al suelo, inerte, y pareció que los demás monstruos se cabrearon, aunque no entendí mucho el motivo. Me defendí como pude, con una mano menos, y deseando que no me arrebataran nada más. Estaba completamente agotada y me iría de un momento a otro… Sí, faltaba poco, un leve sopor me comenzaba a inundar…
Pero no, tenía que seguir, tenía que continuar, no podía rendirme, todavía no, tenía que proseguir, debía hacerlo… Me lanzaron un hachazo entonces en el rostro, pero logré apartarme a tiempo y tan sólo me rozó, aunque me dejó un buen tajo en la mejilla izquierda y en el ojo, pero no era tan grave como para que lo perdiera, seguiría viendo lo que durara mi existencia. Eso sí, la sangre no faltó y enseguida estuve cubierta de ella, más de lo que estaba antes.
Dejando aparte el sarcasmo, era un buen panorama; cubierta de sangre negruzca y rojiza, sin una mano, con la cara abierta en canal, un agujero en la cadera, cubierta de rasguños, agotada, perdida en la nada, y rodeada de monstruos asesinos sedientos de sangre. Genial.
Súbitamente, un montón de flechas enormes cayeron del cielo, matando a la mayoría de los monstruos. Me eché al suelo aprovechando el momento en que desviaron la atención de mí, para intentar recuperar el aliento, aún a sabiendas de que tal vez no me volvía a levantar, y que probablemente moriría ya no a causa de los monstruos, sino de las flechas. Pero entonces miré hacia arriba y vi que una cúpula dorada se levantaba unos centímetros por encima de mí, cuando alargué la mano para tocarla comprobé que era como una burbuja y que se extendía con mi mano como si fuera elástica, pero que no me dejaba traspasarla y que las flechas que caían sobre ella desaparecían. Sonreí, aún a pesar de todo conservaba mi sonrisa. Jadeé y observé cómo los monstruos caían uno a uno, cuando todo terminó, segundos después, la cúpula desapareció y dejaron de caer flechas. En su lugar, una figura apareció delante de mí y me cogió en brazos, tan sólo me dio tiempo a ver sus ojos preocupados. Una mirada roja, cálida e intensa como el fuego.

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