Lionne.

Tú...

No eres tu nombre. No eres tu empleo.

No eres la ropa que vistes ni el lugar en el que vives.

No eres tus miedos, ni tus fracasos... ni tu pasado.

Tú... eres esperanza.

Tú eres imaginación.

Eres el poder para cambiar, crear y hacer crecer.

Tú eres un espíritu que nunca morirá.

Y no importa cuántos golpes recibas,

te levantarás otra vez.

lunes, 4 de enero de 2010

Frank

No me atrevía a decir nada. Estaba nerviosa, miraba a uno y a otro lado con incesante miedo. No miedo, si no pánico. No quería pensar en lo que dirían los otros fantasmas cuando se enteraran de que Jesse me había visto. Y habíamos hablado. A pesar de que, en teoría, yo era la princesa y por tanto soberana de todos los fantasmas, no podía evitar pensar que había traicionado a todos los sirvientes, cocineros y mayordomos, y que merecía un castigo por ello. Pero, mientras nadie lo supiera, no pasaría nada, aunque, por un lado, no aguantaría demasiado callándomelo. Y, por otro, necesitaba decírselo a alguien. Pero, ¿a quién? Tal vez a Lucrecia, ella había sido mi confidente en el pasado… pero, claro, fue ella la que le dijo a mi padre que yo mantenía una relación con Dimitri… No, decididamente, Lucrecia estaba descartada. ¿Tal vez Ilora? Mm… Ilora era demasiado chismosa para contárselo sin esperar que se lo contara a alguien, además, probablemente me regañaría… No, Ilora tampoco. Y, desde luego, no iba a decírselo a Orencio, quien últimamente parecía que estaba contra mí. ¿Acaso ya había notado que yo me fijaba demasiado en Jesse? No lo hacía por diversión, si no por curiosidad. Nunca en mi vida había espiado a nadie, pero Jesse era distinto, tenía que verlo todos los días para comprender mejor su reacción al verme la primera vez… aunque seguía sin comprenderlo.
¿Quién quedaba, pues? Nadie… Bueno, me lo callaría por un tiempo, podría aguantar aunque fueran unos días, tal vez unas semanas…
—¡Princesa Rika! —se oyó una voz detrás de mí. Yo me volví, y allí estaba Ilora.
—¿Sí? —pregunté.
—Perdonad, pero Frank me dijo que le había contado a Lucrecia que… —allí se me encendió la bombillita. ¡Frank! ¿Cómo no me había acordado de él? Tenía que decirle cuanto antes lo de Jesse… con no mucha cortesía interrumpí a Ilora.
—Disculpa un momento, Ilora, tengo que decirle algo urgentemente a Frank, hablaremos luego.
—Pero…
No le di tiempo a seguir, ascendí levitando y atravesé el techo, apareciendo en el piso de arriba. Fui a la sala de bailes, y allí estaba Frank, hablando con Lucrecia. Los dos me miraron cuando entré, y tras unos segundos se inclinaron. Yo me acerqué a ellos.
—Disculpa, Lucrecia, ¿te importaría dejarme un momento a solas con Frank?
—Por supuesto. Luego hablamos, Frank —dijo ella, y Frank la despidió con un ademán. Lucrecia atravesó una de las paredes y yo miré a Frank.
—Tengo que contarte una cosa —fui al grano. Él asintió.
—Claro, princesa, lo que sea.
—Es algo… confidencial —dije en un susurro, acercándome a él—. Es… sobre la llegada de los tres humanos.
—¡Ah! ¿Habéis averiguado algo? ¿Se marchan?
—Eh…no —habría enrojecido si hubiera podido.
—Ah, claro, si él se marcha, usted… —dijo él, y yo contuve la respiración (bueno, no hice eso, porque no podía, pero me asusté).
—¿Qué quiere decir con eso? —pregunté, con pánico en la voz. Frank sonrió.
—Princesa, ya sé que usted y Jesse se conocen. Se puede decir que no disimula muy bien, y que no estaba muy lejos de usted cuando habló con él por primera vez.
Yo me quedé sin palabras, observando estupefacta a Frank, quien sonrió con amabilidad.
—Ah, princesa Rika, si usted supiera todo lo que yo sé… ¿Era eso lo que venía usted a contarme?
—En… en efecto, Frank —respondí, todavía sorprendida—. No se lo dirá a nadie, ¿verdad?
—¿Acaso se lo he contado a alguien hasta ahora? —preguntó con amabilidad, y yo sonreí.
—Gracias, Frank.
—De nada. Ah, por cierto, le aconsejo, si me permite, que no se lo diga a nadie más. En mí puede confiar, pero como Orencio se entere, conseguirá poner a toda la corte de fantasmas contra usted. No puedo decir que lo diga por experiencia, pero mi intuición nunca falla.
—Gracias por el consejo, Frank, intentaré guardarlo lo mejor posible.
—De nada, otra vez.
—¿Crees que debería seguir hablando con Jesse?
—Si tal es su deseo, ¿por qué no hacerlo? Pero le repito; cuidado con Orencio y los demás. Tal vez alguno sea comprensivo, pero cundirá el pánico si se enteran.
—De acuerdo. Bien, no le molesto más, puede seguir hablando con Lucrecia.
—Ah, para mí no es molestia, al contrario, es un placer, y le aseguro que seguiría hablando con usted si Lucrecia no me reclamara.
—Bien —sonreí—. Gracias por todo.
—Adiós, princesa Rika —sonrió él. Yo atravesé la pared, y allí estaba Lucrecia, charlando con Orencio. Espero que no hayan oído nada…
—Lucrecia —la llamé. Ella me miró, junto con Orencio—. Ya puedes entrar, si quieres. Siento la interrupción.
—No pasa nada, no era muy importante. Gracias.
Yo asentí y fui a la habitación de Jesse, con cuidado para que no me viera nadie, pues Ilora rondaba cerca, y el padre de Orencio, Evelio, también. Jesse estaba, como siempre, sentado en su cama, con el portátil encima. Yo me puse delante de él, y enseguida se percató de mi presencia.
—Hola —me saludó, apartando la vista de la pantalla del portátil para fijarse en mí. Me seguía sorprendiendo la naturalidad con la que me hablaba, teniendo en cuenta que yo era un fantasma.
—Hola —le respondí, y me acerqué un poco más, hasta que mis piernas atravesaron su cama. Él estaba escuchando una música horrenda, parecida a la que le había oído escuchar otra vez. Un ritmo rápido, igual todo el rato, con diferentes sonidos extraños que producían un grave dolor de cabeza.
—¿Qué es esa horrible música? —pregunté, llevándome las manos a la cabeza, que, por supuesto, atravesaron.
—No es horrible, es mi música.
—¿La has compuesto tú? —pregunté, con una mueca.
—No, un amigo mío. Pero me la dedicó a mí, porque este ritmo nos gusta.
—Vaya —respondí—. ¿Y no tienes música más… normal?
—Teniendo en cuenta que estás muerta —declaró con casi frialdad— supongo que te gustará la música suave. ¿Me equivoco?
—No. Quiero decir, que no te equivocas. Me gusta la música lenta.
—Vale, voy a buscar alguna.
Estuvo tecleando durante unos segundos en el ordenador, moviendo el ratón y sin apartar la vista de la pantalla. Al fin, esbozó una sonrisa de triunfo y me miró, alegre. Yo me acerqué a él, hasta quedar justo a su lado, casi al punto de atravesarlo, y miré la pantalla, aunque no vi gran cosa, tan sólo una lista de nombres, supuse, de canciones. Clickeó encima de una de esas canciones, en la que ponía “Everytime we touch”, y enseguida empezó la canción. Se oía la voz suave y musical de una chica, que cantaba en un ritmo lento y precioso.

I still hear your voice, when you sleep next to me.
I still feel your touch in my dreams.
Forgive me my weakness, but I don't know why.
Without you it's hard to survive.

Cause everytime we touch, I get this feeling.
And everytime we kiss I swear I can fly.
Can't you feel my heart beat fast, I want this to last.
I need you by my side.
Cause everytime we touch, I feel this static.
And everytime we kiss, I reach for the sky.
Can't you hear my heart beat slow
I can't let you go.
I want you in my life.

Your arms are my castle, your heart is my sky.
They wipe away tears that I cry.
The good and the bad times, we've been through them all.
You make me rise when I fall.

Cause everytime we touch, I get this feeling.
And everytime we kiss I swear I can fly.
Can't you feel my heart beat fast, I want this to last.
I need you by my side.
Cause everytime we touch, I feel this static.
And everytime we kiss, I reach for the sky.
Can't you hear my heart beat slow
I can't let you go.
I want you in my life.

Cause everytime we touch, I get this feeling.
And everytime we kiss I swear I can fly.
Can't you feel my heart beat fast, I want this to last.
I need you by my side.
Cause everytime we touch, I feel this static
And everytime we kiss, I reach for the sky.
Can't you hear my heart beat slow
I can't let you go.
I want you in my life.

—Es preciosa —musité, antes de que terminara la canción.
—Ahora, te voy a enseñar la versión pinchada.
—¿Pinchada? ¿Qué es eso?
—De ritmo más rápido. Queda mejor.
—Lo dudo —bufé, y él volvió a sumergirse en la pantalla. Tras unos segundos buscando con la mirada el nombre de la canción entre la extensa lista, presionó con el ratón encima de una de ellas, y al instante comenzó a sonar. Al principio era la misma canción, pero un poco más rápida y con una especie de eco. Cuando empezó el estribillo, se convirtió en un ritmo frenético y demasiado intenso para mí, era casi igual de horrible que las demás canciones que había oído escuchar a Jesse.
—¿Qué dices ahora? —preguntó Jesse, mirándome fijamente.
—Lo mismo que hace cinco minutos; es mejor la lenta. Puede que sea una anticuada, pero tengo mis gustos.
—No estás tan anticuada, a la mayoría de las chicas de ahora también les gusta. Aunque también les mola la pinchada.
—Vale… —dije, no muy convencida, y sin entender del todo la palabra “mola”. En ese momento se oyó una voz proveniente del piso de abajo.
—¡Jesse! ¡Vamos a comer, ven!
Yo me sobresalté con el grito. Jesse bajó la pantalla del portátil, haciendo que dejara de emitir ruido, y me miró un segundo antes de salir de la habitación.
—Voy a comer —me dijo—. ¿Te quedas aquí?
—No puedo bajar, no deben verme.
—Pero yo sí te veo. ¿Es por puro capricho por lo que no quieres bajar? ¿O simplemente —añadió con una mueca burlona— soy lo bastante especial como para conseguir que los fantasmas me hablen?
—Nada de eso, ni de lo primero. En teoría, tú no deberías haberme descubierto tampoco.
—¡Tú eras la que se presentó en mi habitación como si de la tuya se tratara!
—¡Es que es mi castillo! Tengo todos mis derechos a deambular por mi casa, por raro que parezca. Llevo encerrada aquí toda mi vida, y…
—Querrás decir tu muerte —apuntó, cruzándose de brazos.
—¡Y mi vida también! Casi no me dejaban salir —agregué, con una nota amarga en la voz.
—¿Por qué no? —preguntó Jesse, sorprendido.
—Era demasiado peligroso —dije en voz baja—. Mi padre no me dejaba porque el rey vecino amenazaba con matar a mi familia.
—¿Y eso por qué?
—Porque —inspiré profundamente— el rey de Valkar quería arrasar con nuestro castillo y quedarse con nuestras tierras.
—¿Teníais muchas tierras?
—Un reino —respondí—. Soy una princesa.
Jesse se quedó estupefacto.
—No jodas —dijo por fin.
—Sí… jodo —respondí yo, tras dudarlo un momento, aunque no entendí sus palabras, ni las mías.
—¡JESSE SWEETWORDS! ¡Como no estés aquí en menos de cinco segundos, no comerás en un mes! —gritó la madre de Jesse, desde abajo. Éste suspiró y se dispuso a irse, pero yo me coloqué delante de él. Como al principio no se dio cuenta, me atravesó, pero enseguida retrocedió.
—¿Sweetwords? —le pregunté con un hilo de voz. Mi rostro debía de ser aterrador, porque Jesse puso cara de miedo.
—Sí… así me apellido —respondió.
—No jodas —dije yo entonces, y se me cayó el alma a los pies. Ni me di cuenta de que había utilizado una expresión vulgar y carente de sentido para mí.
—Sí jodo —contestó él.
Imposible. ¿Cómo puede ser? Su apellido, su rostro, sus gestos, sus palabras… bueno, sus palabras no, pero todo lo demás… No, no, no, Dimitri a muerto, no te ilusiones, murió, le viste morir, estabas cerca cuando le asesinaron… Y, sin embargo, parece tan evidente, tan real…
—¡JESSE SWEETWORDS! —chilló su madre, fuera de sí—. ¡ESTO ES UN ULTIMÁTUM! ¡COMO NO ESTÉS AQUÍ YA, TE MATO!
—Tengo que irme —dijo Jesse apresuradamente, sorteándome para no atravesarme—. Luego hablamos, ¿vale? Y me cuentas por qué te gusta tanto mi apellido —sonrió, pero yo le dirigí una mirada estupefacta. Lo vi marcharse, bajar las escaleras y entrar a la cocina donde su madre, furiosa, le empezó a gritar cosas sobre la educación y el respeto a sus superiores, a lo que Jesse se mantuvo callado y se comió su plato.
Suspiré, intentando aclarar mi mente, pero en ese instante me resultaba imposible. ¿De dónde habría salido Jesse? Vamos paso por paso. El apellido Sweetwords no era común, al contrario, así que era prácticamente imposible que no fuera descendiente de… ¿Dimitri? Pero Dimitri no había podido tener hijos… más que nada que yo no… ¿Y si, antes de conocerme a mí, había dejado embarazada a alguna joven? Pero, no, imposible, él me lo habría dicho, nos lo decíamos todo, él me había contado todo, me sabía su vida paso a paso… Y, sin embargo…¿Y si había tenido algún primo, algún pariente, que hubiera tenido descendientes? ¿Y por eso Jesse se parecía a Dimitri? ¿Por eso Jesse… me atraía tanto? Es que era tan parecido a Dimitri, tenía todas sus facciones, todos sus gestos, y sin embargo, era diferente, a su manera. Era más rebelde, pero a la vez menos libre… Dimitri siempre había hecho lo que le había venido en gana, primero, por que había sido un príncipe, y después, cuando se rebeló contra su padre, porque era libre de hacer lo que quisiera. Sin embargo, Jesse, aunque era original por sí mismo, y diferente, nunca en su vida se habría atrevido a contradecir a su madre, o por lo menos no lo había hecho nunca, ni daba muestras de hacerlo jamás.
Y, a pesar de todo, Jesse tenía los ojos de Dimitri, el pelo de Dimitri, sus gestos, su mirada dulce, su sonrisa burlona… sus dulces palabras.

3 comentarios:

Rhynor dijo...

wooolaaa
ya llego tu jacob xD
es genial todos tus eskritos me ENCANTAN
eres muy buena relatando pronto are mi blog para ke veas lo malo ke soy eskribiendo canciones xD

Rhynor dijo...

oye no tenias ke eskribir toda la cancion xD y menos en ingles
jaja eso me lo salte y lei lo demas

LaDamaLobuna dijo...

jaja tranqii la cancion lo e puesto para acerlo un pokiillo + largo xd
seguro qetus canciones son un exito!!
Un besoo xd