Lionne.

Tú...

No eres tu nombre. No eres tu empleo.

No eres la ropa que vistes ni el lugar en el que vives.

No eres tus miedos, ni tus fracasos... ni tu pasado.

Tú... eres esperanza.

Tú eres imaginación.

Eres el poder para cambiar, crear y hacer crecer.

Tú eres un espíritu que nunca morirá.

Y no importa cuántos golpes recibas,

te levantarás otra vez.

lunes, 4 de enero de 2010

El príncipe de Derion

Tengo un amigo. Se llama Henry. Vivimos en un mundo de guerra, lucha, armas y castillos. También de magos. Cuando conocí a Henry, me pareció que el mundo mejoraba. Era esa clase de personas que te ayudan a superar todo lo malo que te ocurre, sin pedirte nada a cambio, y parecen deseosos de hacer lo que sea por ti. Poco después de conocerle, me contó que era un clon. Nosotros, vivíamos en el reino de Valorian. Éramos, por lo tanto, valorianos. Pero el reino enemigo, Derion, tenía un rey. Y ese rey tenía un hijo, el príncipe de Derion. Pues bien, Henry era el clon del príncipe. En realidad, el hijo del rey de Derion era malvado, pero su clon era una buena persona. Aún así, tenía que obedecer las órdenes que se le mandaba, él era una simple marioneta. La persona que le controlaba, el príncipe, podía escuchar lo que él decía, lo que le respondían, podía ver lo que Henry veía. Pero no podía sentir lo que él sentía. Crearon a Henry por razones que desconozco, pero su misión era matar al rey de Valorian, infiltrándose como un enemigo. En vez de eso, me conoció a mí, y los dos nos hicimos amigos muy pronto. Henry tenía miedo, porque el príncipe, tarde o temprano, iría a buscarle, probablemente para matarlo.
—Kirtashalina —me dijo un día Henry, mientras caminábamos por el territorio de los Kapaks—. Pronto, el príncipe vendrá.
—Lo sé —asentí con la cabeza.
—Quiero que hagas algo por mí.
—Lo que sea. ¿De qué se trata? —pregunté, deteniéndome y mirándole a los ojos.
—Quiero que mates al príncipe.
—Pero… —respondí, confusa y sorprendida— pero yo no puedo matarlo —conseguí decir al fin—. Él… me matará. Tiene dieciséis puntos de lucha, y yo tan sólo tengo ocho.
Nuestra fuerza y habilidad se mide con nuestros puntos de lucha. Cuando adquieres tu primer punto de lucha, te hacen un tatuaje en el antebrazo en forma del escudo de tu reino, y encima te graban el número uno. Un mago te da tu bendición, y hechiza el tatuaje, y así cuando adquieres más puntos, el tatuaje cambia por sí sólo y muestra los puntos de habilidad que tienes.
—Sabes que yo no puedo matarlo —me dijo él—. Controla mis movimientos si estamos cerca el uno del otro, y no me dejaría atacarle. Además, puedes resucitar.
Cuando mueres en tu reino, tu alma resucita a los segundos, y aparece en el templo más cercano del lugar a tu muerte. En forma de alma, tienes que buscar tu cuerpo, y cuando lo encuentras, te fusionas con él, reviviendo de nuevo.
—¿Sabes lo que me estás pidiendo? —pregunté, mirándole fijamente. Él bajó la cabeza y apoyó el peso de su cuerpo en una pierna, incómodo.
—Sí. Lo siento, no debí pedirte eso, no tienes que ponerte en peligro para…
—Mataré al príncipe de Derion —dije, y Henry volvió a mirarme—. Pero, si lo mato, ¿tú, al ser su clon, no morirás?
—Es posible —reconoció—. Él me controla, aunque yo puedo tener pensamientos por mi mismo, y él no controla todos mis movimientos.
Si él moría, al menos, si moría en mi reino, no resucitaría, porque su alma pertenecía a los templos de otro reino; Derion.
—Entonces, quieres que te mate, al menos de forma indirecta —resumí.
—Claro que no quiero que me mates. Existe una remota posibilidad de que yo siga vivo cuando…
—Cuando le mate, cosa que no va a ocurrir, teniendo en cuenta que me matará a mí primero.
—Podrás hacerlo —dijo con una sonrisa—. Sé que puedes.
—Lo intentaré, al menos —sonreí—. ¿Dónde está él ahora mismo?
—Todavía en Derion, pero partirá pronto hacia aquí. Quiere ver si estoy cumpliendo mi trabajo.
—De acuerdo.
Días después, caminábamos hacia el bosque de Toret, para ver si podíamos matar algunos avispones de calabazas. De pronto, él comenzó a gritar, y cayó de rodillas al suelo, gimiendo.
—¿Qué pasa? —pregunté, histérica—. ¿Está viniendo? ¡Henry! —chillé, ya que él no me contestaba (aunque era comprensible, estaba demasiado ocupado gritando)—. ¿Él está viniendo? ¿Se dirige hacia aquí?
—Su… campamento ha sido… atacado. Valorianos… en busca de riquezas… le están…
En ese momento, heridas profundas comenzaron a aparecerle en el cuerpo, producidas por armas invisibles. Aunque, en realidad, esas armas existían, pero estaban a mucha distancia de nuestra posición. Henry se convulsionaba en el suelo, sin dejar de gritar. Yo me arrodillé junto a él y saqué de mi cinturón una bolsita de cuero. De ella cogí unas semillas verdes, que espolvoreé sobre las heridas de Henry. Al instante comenzaron a curarse, y Henry dejó de gritar, y poco después, de tener convulsiones.
—Tranquilo —le susurré—. No pasa nada, estás a salvo. Tranquilo.
Sujeté su cabeza y parte de sus hombros en mi regazo, sentándome en el césped. Él me miró un momento y pareció querer decirme una cosa, pero cerró los ojos y se sumió en el sueño que producían el segundo efecto de las semillas verdes.
Al cabo de un rato, me aparté un poco de él, apoyándolo lentamente en el suelo, quitándomelo de encima, y fui a buscar agua al río más cercano. Llené mi cuerno con ella, y volví junto a Henry, que estaba abriendo ya los ojos.
—¿Tienes sed? —le pregunté, de nuevo arrodillada junto a él. Él asintió, y yo le ayudé a beber el agua. Cuando terminó, le pregunté de nuevo—. ¿Te duele algo?
En teoría, deberían dolerle un poco las heridas, pero ya estaban empezando a cicatrizar.
—Un poco los brazos, la pierna derecha ligeramente… pero me duele horriblemente el pecho. Me duele mucho, Kirt…
Yo dejé de respirar un momento, asustada. Mierda. Como llevaba la armadura, no le había mirado el pecho, no sabía si tenía alguna herida allí. El príncipe de Derion tal vez lo llevara al descubierto cuando le atacaron. Rápidamente, le quité la armadura, con cuidado para no hacerle más daño todavía, y entonces vi su camisa empapada de sangre.
—Mierda —mascullé. Con rapidez, rasgué su camisa y se la quité, apartándola a un lado. Le espolvoreé unas semillas verdes por el pecho ensangrentado, y cuando se curaron, rasgué mi propia camisa hasta conseguir una venda improvisada. Le vendé el torso con suavidad, y cuando terminé, respiré hondo, de pie junto a él. Henry sonrió.
—¿Qué pasa? —pregunté.
—Vaya, te queda mejor el top —opinó. Yo miré mi camisa. Antes me había llegado casi por las rodillas, y había tenido que doblarla, ahora me dejaba al descubierto el ombligo. Menos mal que no hacía frío.
—Muy gracioso —respondí, sentándome junto a él—. ¿Dónde está el príncipe? Lástima no haya muerto.
—No, no ha llegado a morirse, se recuperará pronto. Estará en Valorian en una semana o así, y me encontrará pocos días después.
—De acuerdo —inspiré hondo.
Justo nueve días después, Henry y yo nos encontrábamos en el territorio de los Kapaks, cazando unos lobos amansados. Nos encontrábamos lejos de cualquier campamento, pero en realidad eso daba lo mismo. De pronto, Henry se giró hacia mí con rostro serio y anunció:
—Está aquí. Tengo que irme. Si me encuentra, me matará…
—Pero… —le pedí—. Por favor no te vayas, no puedo hacer esto sola… Quédate conmigo—supliqué—. Por favor, quédate, Henry, no te vayas…
—Estaré aquí —respondió—. Te lo prometo, pero no podrás verme. Ni él tampoco. No podrás verme, ni oírme. Yo sí podré verte y oírte, recuerda que velo por ti. Por favor, no me separaré de tu lado.
—De acuerdo —me armé de valor.
—Está llegando ya. Habla con él, al principio. Finge que intentas entablar una conversación normal. Cuando menos se lo espere, ataca.
—Vale —musité, muerta de miedo de nuevo. Él me besó en la mejilla con dulzura, y después se separó de mí.
—Este no es el acto más valiente que voy a hacer, pero… —dijo con una sonrisa—. Puedes matarle.
Al instante desapareció. Supe que seguía allí, pero no le oí, ni le vi, como él había dicho. Miré a mi alrededor, y segundos después, divisé una figura. Me acerqué a él. Realmente, era idéntico a Henry, salvo por dos cosas. Lo primero, eran sus ojos. Los ojos de Henry eran de color azul claro, sin embargo, aquellos ojos eran negros como la boca del lobo. La segunda era que Henry llevaba siempre una armadura de color verde, a juego con su pelo corto, pero aquél príncipe llevaba una plateada, más duradera, fuerte, imponente y resistente.
—Hola —le dije, casi le susurré. Él no me contestó, me examinó con atención. Así que yo, nerviosa, me removí un poco. Segundos después, me cansé de la situación, yo no era muy paciente. Desenfundé mi larga espada plateada, y le asesté un golpe, que le dio en la armadura, en el pecho. No debió notarlo. Se limitó a reírse.
Eso me cabreó como si me hubiera tirado del pelo, así que, enfadada, le asesté otro golpe, esta vez en el brazo, que esta vez sí notó, y, pude comprobar, le hizo daño. Así que dejó de reírse y sacó también su espada, que era el doble de larga que la mía, dorada, con unas inscripciones grabadas en la hoja, y un gran rubí en la empuñadura. Me asestó un golpe, que yo esquivé, y yo le lancé una estocada, pero él ni se enteró.
Le intenté dar muchas veces, pero fueron más las que él me dio a mí. Yo estaba muerta de cansancio, y llena de heridas. Intenté lanzarle una última estocada desesperada, lanzándome contra él. Éste ni siquiera tuvo que esforzarse. Me apuntó con su espada, y yo, al ir derecha hacia a él, cuando intenté golpearle, la punta de su arma se me clavó en el vientre, atravesando mi armadura, mi camisa, y por supuesto, mi carne. Con la hoja de la espada me atravesó de parte, a parte, y sentí cómo la sangre brotaba de mi interior. No grité, no hice nada.
—¡NO! —oí una voz, pero estaba en mi cabeza. Yo caí de rodillas, pero levanté los ojos, confusa.
—¿Henry? —pregunté débilmente. Eso alarmó al príncipe.
—¿Dónde está? ¿Dónde está el clon? —preguntó, mirando a su alrededor.
—Se llama… Henry —conseguí mascullar, e intenté, ya por última vez, hacerle daño. Sujeté mi espada como pude y la dirigí a su pierna. Un alarido de dolor y mucha sangre me confirmaron que, al menos, le había hecho algo. Al mirar más detenidamente, ya con mi último esfuerzo, me di cuenta de que… le había cortado el pie. Sonreí, y me desvanecí.
Desperté segundos después, sin dolor y con ligereza. Era un alma. Estaba en un templo, así que, rápidamente, busqué al sacerdote que me bendijera para poder buscar mi cuerpo y enlazarme con él.
—Rápido, por favor, haga el conjuro ya. Necesito matar al príncipe de Derion.
—Tranquila, no hay prisa —repuso el sacerdote, conduciéndome a la sala adecuada para el hechizo.
—¡Sí la hay! —respondí, sulfurada—. ¡Necesito volver ya!
Fuimos a una habitación grandiosa, con el suelo de mármol. Inscrito en las baldosas, estaba grabado el escudo de Valorian. Me coloqué encima, y el sacerdote empezó a murmurar unas palabras. Cuando terminó, me indicó:
—Ya puedes irte.
Yo, sin darle las gracias ni nada, salí disparada del templo y corrí como el viento hacia mi cuerpo. Me enlacé con él, y cuando lo hice, volví a la vida, aunque todavía con los cortes, y recuperando el dolor. Miré a mi alrededor, pero el príncipe no estaba. Había tan sólo un grupito de chicos con unos diez puntos de lucha, o así, a juzgar por su armadura. Eran conjuradores.
—¡Mierda! —grité—. ¡Cabrón, ¿dónde demonios estás?! —grité, fuera de mí, pero el príncipe no apareció. Yo rugí, furiosa, y pronto divisé a Henry, que se acercaba corriendo hacia mí. Nos unimos en un abrazo, y él comenzó a besarme en la coronilla.
—Oh, diablos, ¿estás bien? —me preguntó. Yo asentí con la cabeza.
—Y tú, ¿estás bien? —pregunté, separándome un poco de él para ver sus ojos.
—Sí, perfectamente.
—Te he oído cuando has gritado —dije—. ¿No se suponía que no podía oírte?
—He gritado muy fuerte, créeme —respondió—. En mi cabeza, y en realidad. Me sorprende que él no me haya oído.
—Mejor así.
—Sí —asintió él—. Mejor así.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

sta genial!!!!!!! mu bn sigue aso xao wapaaa pero mas te vale escribir mas!!!!!!!!!! jaja 1 beso

Rhynor dijo...

jaja estuvo genial te lo dije eres buena escritora y triunfaras y cuando lo hagas me llevas a españa xD
soy ektor o mejor conocido por ti como JacobBlack xD

Anónimo dijo...

dianaa artista :) muy chulas las historias xd