Lionne.

Tú...

No eres tu nombre. No eres tu empleo.

No eres la ropa que vistes ni el lugar en el que vives.

No eres tus miedos, ni tus fracasos... ni tu pasado.

Tú... eres esperanza.

Tú eres imaginación.

Eres el poder para cambiar, crear y hacer crecer.

Tú eres un espíritu que nunca morirá.

Y no importa cuántos golpes recibas,

te levantarás otra vez.

lunes, 14 de diciembre de 2009

Fallen

Sentí cómo el mundo se me caía encima. Me derrumbé, casi literalmente, y caí al suelo de rodillas. Mi corazón se detuvo, mi respiración paró, y vi a cámara lenta cómo él caía por el precipicio con una expresión de sorpresa.
Primero quise llorar, pero las lágrimas se empeñaban en permanecer en mis ojos y nublarme la vista.
Después, quise gritar, pero mis cuerdas vocales no respondían, yo no era capaz de emitir ningún sonido.
Luego quise moverme, pero mis músculos no hacían caso. Era incapaz de hacer nada. Ni siquiera era capaz de pensar con claridad.
Mi mente se bloqueó, y una sensación escalofriante me recorrió por todo el cuerpo. Sentía que nada iba a ser lo mismo desde entonces, yo no sería capaz de afrontar aquello, no sin él. No sería capaz de seguir con mi vida, no si él no estaba en ella. Y como no fuera capaz de volver a respirar, y de que mi corazón latiera de nuevo...
Noté que me mareaba, y entonces mis piernas se movieron, tambaleantes, haciendo que perdiera el equilibrio y avanzara con pasos entrecortados hacia delante. Vi por un momento su rostro, pero tan sólo era una ilusión. Después, vi la situación real. El gran océano azul de aguas oscuras se extendía delante de mí, con un brillo plateado por la luz de la luna. Cuando caí, ni siquiera mi instinto hizo que intentara agarrarme a algo, ni siquiera probé a aguantar de pie, ni tan sólo quise salvarme de alguna manera. No sabía qué iba a pasar, no sabía adónde iba a parar, pero estaba segura de que iba a morir.
Oí una voz a lo lejos gritando mi nombre, no supe identificar cuál, al igual que no supe distinguir si era real o imaginaria, como la imagen que antes había aparecido en mi cabeza. Lo último que vi fue una extraña silueta oscura que salía levemente del agua, dejando ver una superficie plana y gigantesca flotando en el océano. Cerré los ojos, dispuesta a irme a otro lugar, siempre y cuando estuviera él, y me dejé llevar.
Caí por el precipicio.

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