Lionne.

Tú...

No eres tu nombre. No eres tu empleo.

No eres la ropa que vistes ni el lugar en el que vives.

No eres tus miedos, ni tus fracasos... ni tu pasado.

Tú... eres esperanza.

Tú eres imaginación.

Eres el poder para cambiar, crear y hacer crecer.

Tú eres un espíritu que nunca morirá.

Y no importa cuántos golpes recibas,

te levantarás otra vez.

lunes, 21 de diciembre de 2009

Escapada... sin destino

Agaché la cabeza, intentando contener las lágrimas. Mi padre gritaba furioso, fuera de sí. Nadie diría que tenía unas cuerdas vocales tan resistentes.
—¡Cómo se te ocurre! —rugió—. ¡Con Dimitri! ¡Dimitri Sweetwords! ¿Por qué me has hecho esto?
—No sabía… —intenté explicarme, pero mi padre me interrumpió.
—¡Sweetwords, Rika! ¡SWEETWORDS! ¡El padre de Dimitri lleva años intentando arrasar nuestro reino, y ahora tú…!
—Papá, te aseguro que no era mi intención —declaré, levantándome.
—¿Ah, no?
—¡Claro que no! —grité yo entonces, enfadada—. ¿Crees que te haría daño a propósito? ¿Crees que soy tan cruel como para intentar hundirte? ¿Tu propia hija?
—¡Mi propia hija, por lo que veo, está confabulada con el enemigo!
—¡Yo no estoy confabulada con nadie! —chillé.
—¡Te has entregado a Dimitri, y por tanto le perteneces!
—¡A la única que pertenezco es a mí! ¡¿Me oyes, papá?! ¡A MÍ!
—¡Desde que murió tu madre, lo único que haces es fallarme, y eso no ayuda a las cosas! —soltó mi padre, y mis ojos se inundaron de lágrimas.
—¿Ah, sí? —dije, con voz débil de pronto—. Yo lo intento papá, ¿sabes? Es duro. También sé que a ti no te importan lo más mínimo mis sentimientos, pero tengo derecho a soñar, ¿no? ¿Y crees —seguí, antes de dejarle hablar— que tú no has cambiado? ¿Crees que no actúas de modo distinto? Pues no es así. No soy la única diferente desde la muerte de mamá. No soy yo la que te ha fallado —finalicé. Me di la vuelta, dándole la espalda a mi padre, y salí corriendo de la habitación.
—¡Rika! —intentó llamarme él, pero yo ya me había marchado. Corriendo, bajé todas las escaleras del castillo hasta que llegué al vestíbulo, y desde allí llegué al jardín. Crucé todos los terrenos que pertenecían al castillo de mi familia, y llegué al establo. Rápidamente, ensillé a mi caballo, Hurricane. Era un purasangre árabe, con el pelaje de color marrón brillante, claro cuando le daba la luz, y oscuro cuando anochecía. Tenía las crines y la cola de color negro azabache, y sus grandes ojos marrones destellaban brillos chocolateados cuando corría, ya que le encantaba correr. Rápidamente, me recogí el largo vestido azulado como pude, y me subí de un salto encima de Hurricane. Le di una patada no demasiado fuerte en el costado, lo justo para que se pusiera en marcha. Le di un poco más fuerte después, para que acelerara, y cuando fuimos al galope, dejé de ordenarle ir más deprisa. Comenzó a llover en el mismo momento en el que salimos del reino de mi padre, y yo suspiré, aliviada, aunque Hurricane y yo comenzamos a empaparnos sin remedio.

Así marchamos, sin saber hacia dónde íbamos, pero teniendo por seguro que no volveríamos pronto a nuestro lugar de origen. Pero, lo importante no es de dónde vienes, sino adónde vas.

1 comentario:

Anónimo dijo...

feliz navidad y eso k sta super bn oie ste es de lo de la xica esa k bailaba con muxos en un palacio y k es su cumple y eso, verdad? weno jeje eso y na, k sta pe puta madre, xao"