El rumor de la noche se ocultaba tras los gritos y lamentaciones de los hombres, el sonido de los picos contra las rocas y los latigazos a los que los esclavos eran sometidos. Los soldados no tenían piedad; hombre que tardaba, hombre que moría. Hombre que paraba, hombre que era torturado. Hombre que se quejaba, hombre que desaparecía para siempre…
Ya casi era de noche. El cielo era una mezcla de tonos anaranjados, azules y blancos, mientras que la arena, antes tan blanca y pura como la nieve, estaba cubierta por manchas de sangre, sudor y lágrimas. Todo mezclado había formado una masa fangosa en la que los hombres resbalaban sin parar, provocando nuevas muertes, más lamentaciones, y con ello, más dolor… era un ciclo sin fin.
Progresivamente todos los esclavos iban tropezando, cayendo… a cambio, eran borrados del mapa de una forma burda y llena de dolor. Pero a cada segundo, los soldados traían nuevos hombres que serían esclavizados y tratados peor que animales. Nunca acabaría aquello.
Un hombre en concreto, fornido y alto, pero ya con una avanzada edad, cayó de rodillas y su cuerpo se negó a continuar. El soldado que estaba más cerca de él comenzó a propinarle latigazos en la espalda, abriéndole heridas y derramando más sangre en el suelo mancillado por la humillación y la desigualdad. De pronto, el señor del lugar hizo su aparición junto a la víctima y su verdugo. Detuvo la mano de éste último con brusquedad, impidiéndole que continuara con su labor. El soldado se inclinó levemente, haciendo una reverencia, y se marchó de allí para vigilar a más gente. El hombre, alto y delgado, se colocó enfrente del esclavo.
—¿Por qué no sigues trabajando? —preguntó con frialdad, y casi en un gruñido.
—No es culpa mía, señor, no es culpa mía —lloriqueó el esclavo—. Son mis manos, señor, no quieren trabajar… Están cansadas y se niegan a seguir picando las rocas…
—Muy bien, puedes irte.
El esclavo abrió los ojos como platos y se levantó con dificultad. Como su señor no añadía nada más, comenzó a caminar en dirección contraria al nido de sufrimiento en el que llevaba ya más de una semana intentando sobrevivir.
—Espera —dijo el alto señor, deteniendo al esclavo. Éste se volvió y le miró con miedo—. He dicho que puedes irte —repitió—, pero tus manos se quedan aquí.
El esclavo cayó de rodillas de nuevo al darse cuenta de lo que aquello implicaba.
—No, señor… por favor, piedad —gimió. Su verdugo volvió de nuevo, pero había reemplazado el látigo con el que le había azotado antes por una afilada hacha. El esclavo lanzó un grito de terror y dolor milésimas de segundo antes de ser ejecutado por aquellos que, sin derecho, vergüenza ni piedad, habían convertido trabajadores nobles en moribundos esclavos.
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(este fragmento no sé si lo soñé o lo vi en una película o una serie, tanto de dibujos como de actores reales, así que si alguien consigue decirme el título de la película o lo que sea donde sale, se lo agradecería ^^)
3 comentarios:
Que H. de P., pero por desgracia aunque no exactamente así, cosas similares siguen pasando en el mundo.
=/
O_O QUÉ TRUCULENTOOO
me gusta la sangre, muerte!! yijiii xD
pero no, pobre hombre... (que también tengo mi pequeño corazoncitoo).
AKAAAAAAAAAAAA
teqiero dianuy!
Fer: Sí, es un hijo de su madre... así son los villanos de hoy en día, o incluso peores; sin escrúpulos TT
Un beso :)
Clary Claire: Sí, truculencia al poder!!!
A mí también xD Pero sólo si soy yo quien la escribo...
Como todos, mujer xD
BANZAAAAAIII
Te Quiero Claru ^^
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